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5- Diario – Por La contadora de estrellas.

Eran tres las personas que se hallaban en escena. La mas joven dejaba resbalar por la piel de su donosa dama susurros halagadores y dulces lamentos. Ella se sentía tremendamente agasajada con las caricias prodigadas por su amante.

Fue un viaje interminable por el océano de su piel. Cada parada recorría el trayecto que iba de su cuello al lóbulo de la oreja y de ésta al mentón.

Creyó morir en el camino que separaba sus labios de la boca.

Un escalofrío sacudió su espina dorsal.

Las palabras quemaban sus oídos, se arremolinaban, avanzaban, penetraban en sus más íntimos secretos, produciendo una sensación de vértigo que hacía estremecer todo su ser de placer.

Le gustaba que se dirigieran a ella con palabras llenas de tiempo, de espacios en blanco; palabras siderales que conseguían llevarla al Infinito y tocar un techo de estrellas con sus manos.

Ella era un incontable mundo por descubrir.

Aquel juego la excitaba sobremanera, mucho más que cabalgar los viejos caballos de cartón del tiovivo y mirarse asombrada en sus espejos niquelados de imágenes a veinte segundos por minuto.

Ahora la voz nítida de su amante adquiría tintes borrosos entre sus sienes, nuca, cuello,……….., y la exclamación acabó en un rictus de sorpresa.

A menudo desconocía los intrincados caminos que conducían a su cuerpo, aunque esa vulnerabilidad causaba más osada la aventura.

No sabría decir cómo apareció aquel segundo personaje en el escenario.

¿Habría sido alentado por el mentor para descubrir su Ser desde su espalda? Su espalda era un árbol invitador en el que podía confiar y al que se acercaba para hablarle como ahora lo hacía.

La figura enmascarada le miraba fijamente a los ojos: imploraba un perdón por su inexperiencia en el Arte de Amar.

Era más fácil para él saber el pasado y elegir el futuro que diluir la sombra de la duda que se dibujaba en el rostro de ella, juvenil, ambigüo, asustadizo.

Sabría hacer vibrar el cuerpo de lal mujer como las cuerdas de una guitarra bien templada.

Ella se sentía cohibida bajo aquella mirada profusamente decorada de unas pestañas oscuras.

Quería aprender cómo actuar sobre lo que la mantenía atada a la infelicidad y ampliar su libertad interior.

Él le enseñaba que la oscuridad podía ser transformada en luz cuando se prendía la llama adecuada.

El viaje interno comenzó en ese instante: conectaron desde dentro con el poder del Amor.

Muy lentamente él acarició sus cejas, pestañas, mejillas y boca, posando suavemente sus dedos en ella, como la mariposa besa la flor.

Conformee adquiría más confianza en sí mismo se aventuró a escalar su cuello hasta llegar al profundo valle del pecho, cuyas colinas ascendió pausadamente.

Parecía que el reloj se hubiese parado en su muñeca. Ya no existía más objeto de deseo que ese cuerpo al que constantemente anclaba sus besos.

Las horas se hicieron interminables y ella sintió renacer su feminidad entre aquellos seres que tan prolijamente le adulaban a ambos lados de su figura.

Sonó el despertador: lunes, siete de la mañana de un mes cualquiera.

Un nuevo amanecer labraba el horizonte. Lavarse, vestirse, desayunar,……..La radio que escupía de nuevo noticias de la más rabiosa actualidad.

Pronto se dió cuenta con desesperación que todo había sido una ilusión de su mente.

¡Qué bonito si hubiera sido realidad! Eso sólo cabía esperarlo en las películas con final feliz de héroe o criminal.