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118- De capitanes y sirenas… Por Nyx

A veces mis pensamientos son sueños, a veces mis sueños son sentires, instancias que mi corazón echa al correo de tus brazos, de tus manos, de tus labios, solo esperando a ser recibidos, cálidamente acogidos…A veces haces que mi piel te desee a su lado, que te pierdas por cada uno de mis poros, a veces tengo miedo pero estoy lista para aprender.
Quiero tejer una gama de azules a tu paso, un cordón de suspiros para que reposes tu cansancio a mi vera; una vela de malvas para que tu barco encallado en puerto encuentre de nuevo su salida hacia el mar, y un precioso atardecer de vaivenes de luz para pasearlo agarrada de tu mano…
Y así esperar a que la noche encierre mis dudas y desabrigue los miedos a sentir la locura transitoria que en ocasiones me traes, porque quiero recuperar aquella patria donde blasfemé tiempo atrás, donde besé tus mejillas de almíbar y tus labios de miel para poder recuperar el aliento que algunas tardes suelo perder mientras espero que dobles la esquina que conduce a mi orografía…porque hoy quiero ser la mar navegable, la ruta hacia América, y deseo que me espíes por babor y estribor ya que te acompañaré todo tu viaje, no tengas miedo, mis modos, mis formas y las hechuras de las agitadas olas no harán más que hablarte de la Tierra Prometida de tus anhelos, esa que también llegaré a ser yo algún día cuando otees la costa allá a lo lejos y me descubras en la orilla dulce, la que las sirenas de Ulises jamás han logrado conquistar con sus cánticos dolosos…
Mientras tanto embarca sobre esa caoba viajera, gobierna su lomo agreste como las amazonas domestican sus corceles y en las noches estrelladas, oscuras de cielo pero claras de señales, deja que el sabio astrolabio encamine tus pasos a la senda soñada de vivos verdes, rojos calientes y vastos anaranjados que anuncian nuevos días que han de venir en tu travesía.
Aquí te aguarda el cacao, podrás saborearlo, podrás saborearme en las dobleces; será de paladar amargo unos días, tendré regusto dulce otros en cambio, y mis manos achocolatadas se alargarán porque me sentaré al borde del mundo para acoger la bravura que viene surcando el mar sobre esa caoba, galeón de bucaneros de otros tiempos, galeones de sirenas tácitas que recortan las aguas con arrojo.
Observa esta oscuridad capitán, será una más, quédate en cubierta, seré el silencio que pueble su tic-tac inexorable, te brindaré compases de batientes olas siempre que pueda para recordarte que no estás solo y que, tras cada lívida luna es donde puedes hallarme con tan solo esperar y atisbar como se van desgranando los crepúsculos. Yo lameré las heridas que vayan provocando tus días para ofrecerte, más allá de la tiniebla, el reposo que tu cuerpo necesita, que tu alma anhela encontrar y tu corazón añora.
Cada alborada secuestrada por el carro áureo te desnudará la verdad, esa certeza interior que no cesa de rondarte, que me conoce y, de tanto en tanto, dibuja mis confines. El mancillado arco del cielo tornará de color al tiempo que lo hará tu hálito; sí, sí, será tangible, una aurora menos en tu odisea.
Tras el límite del penúltimo anochecer vislumbrarás el perfil de la orilla que conduce a la bahía de mis brazos. Allí te espero capitán, no temas, no será un espejismo, me verás tumbada junto al agua, mi tarea será un cribar de arenas constante para volverlas riqueza, cual alquimista, y entregártelas como prenda de amor y ánfora de virtudes con las que poder mantenerte a mi lado.
Despunta el día. Has llegado. Ahí estoy: Libertad.