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111- Castillo de naipes. Por Paula

¡Los has ganado!, ¡son más de cuatro millones de euros!, ¡no está mal!. ¡Felicidades Cristina!, Te lo has sudado. ¡Hombre!, di nos lo hemos sudado, Mario y el resto del equipo han trabajado duro, muy duro y han funcionado como un reloj. 

Ese “los has ganado”, que Pedro le dijo a Cristina, hacía referencia al resultado de unas licitaciones de un grupo de proyectos en los que llevaban trabajando un largo año. Habían hecho toda clase de actuaciones de acción comercial y, sinceramente, ya estaban un tanto desanimados, pues éstas no acababan de cuajar. Es difícil no desesperar en esa situación, pero finalmente los pliegos habían salido y había habido resultados. Para el volumen de negocio que generalmente se maneja en ese entorno, cuatro millones de euros no era una cantidad espectacular, pero sí es cierto que era una manera de entrar en una actividad en la que, hasta la fecha, no tenían experiencia y que se preveía un futuro negocio muy fructífero.

Ese “los has ganado” retumbaba en la cabeza de Cristina repetidamente, y lo saboreaba con sumo placer, se regodeaba en ello, creía que tenía todo el derecho del mundo a disfrutarlo. Había llegado la hora alegre, merecida, justa y feliz, después de tantos sinsabores, después de tantas incomprensiones, después de tantos dolores de cabeza, sentía como un subidón de adrenalina recorría su ser.

Las palabras de felicitación de Pedro a Cristina, sonaban a palabras hueras, dichas desde la mezquindad y la hipocresía de un personaje siniestro, al cual le repatea el éxito de Cristina. Pedro es el tipo de “directivo” que ha llegado a un nivel, que no le corresponde si se considerara su valía, pero que accede a él mediante artimañas de muy baja calidad ética. Eso sí, practica el cinismo como nadie y si no fuera por la imposibilidad físico-temporal hubiera sido maestro de Maquiavelo, ¡Tieeene un peliiigro!.

No obstante, por aquello de las formas, a la felicitación de Pedro, Cristina contestó, Gracias Pedro, ya sé que te alegras ¿te vienes a tomar unas cervezas?, Vamos a celebrarlo en la Taberna de los Canes, esta noche a las 9 y media….. ¡¡Uf!! ¡Qué lástima! No puedo, he de presentar una propuesta para Petróleos de Venezuela y, ya sabes, la diferencia horaria. Tenemos una “Conference Call” a las 12 de la noche. Gracias a Dios, pensó Cristina.

La Taberna de los Canes es un pequeño establecimiento con un delicioso sabor a cantina de las de antes. Se ha decorado a modo de taberna del viejo Madrid, si bien es un establecimiento de reciente implantación. Tienen unos productos genuinos y realmente excelentes, suelen ser de León, debido a que los gerentes proceden de esas tierras. Las mesas están abigarradas unas con otras, el vino trasiega sin descanso, la iluminación sin ser intima es intimista. Todo ello hace que se cree un ambiente alegre y vital, al tiempo que familiar y cordial, es un ambiente que provoca la evocación de recuerdos nostálgicos.

La celebración estaba resultando entrañable, en la fiesta se encontraba la mejor gente. Esa gente que da todo de sí misma, que pone mucho esfuerzo, capacidad y bien hacer, para llegar a un buen resultado, gente que es todo ilusión y animo, en definitiva, gente en la que se puede confiar.
Conforme iba transcurriendo la noche, el vino corría que era un gusto la conversación se iba tornando placentera, somnolienta y tranquila. A eso de la una de la mañana quedaba un pequeño grupo de personas. El cansancio de los días anteriores, provocado por las largas jornadas laborales, estaba haciendo estragos, pero el regocijo que le producían el haber ganado y la sensación de “nos lo merecemos” les daba alas para mantenerse más y más. Querían celebrarlo.

Mario, el compañero de Cristina, el cual había colaborado estrechamente con ella en la preparación de la respuesta a la licitación de estos proyectos, es una persona de convivencia cómoda, es competente y trabajador, es un compañero leal, un buen amigo.
Mario, ¿un vinito más?. Venga, va, sí, que está muy bueno. Cristina ¿tendremos que pedir algo más de sólido?. ¡ Nos vamos a coger una, de narices!.¿crees que tendrán la cocina abierta a estas horas? no, la cocina no estará abierta, pero nos pueden poner algo de embutido, aquí están de cine. Pidieron unas raciones, en concreto de cecina, y preguntaron hasta que hora estaban. El establecimiento cerraba a las tres de la madrugada.

De modo calmo y paulatino se creó esa atmósfera dónde se funde y se confunde el cansancio y la euforia, dónde se funde y se confunde la borrachera y el contento, dónde las conversaciones se vuelven confidencia y se saca lo mejor y más genuino de cada uno, dónde la mentira no cabe y la confianza es lo que prima. Esa atmósfera embriagante en el que las personas son de verdad, aún es más, son verdad. En esas circunstancias Mario y Cristina comenzaron una conversación, mientras el resto del pequeño grupo seguía hablando de otros temas. Cristina le planteó un juego,…te imaginas, te imaginas Mario si no hubiéramos ganado los proyectos.

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Mario, ¿puedes venir un momento?, sí ¿cómo no?, ¿qué pasa Cristina? ¿a qué viene tanto secretismo?. He llamado a Gabriel que, como sabes, es el responsable en el cliente de los proyectos que hemos licitado y aunque no te lo creas ¡los hemos perdido todos!.
¿Cómo?, ¿qué dices?, ¿qué los hemos perdido?, no me lo puedo creer, estarás confundida, debe de haber un error. No, Mario no, no lo hay, es así. Tú sabes que en este tipo de licitaciones hay razones de otra índole más o menos políticas, y ante eso nada.
No te importe Cristina, siempre habrá una nueva oportunidad, siempre habrá alguien que sepa que hicimos todo lo posible y en todo caso, tú lo sabes.
Cristina no paraba de pensar en el “los hemos perdido todos” resonaba en su cabeza como un martillazo continuo, no podía dar crédito a lo que le estaba ocurriendo, era una pesadilla, veía como el edificio que hubo construido durante un año se le caía como un castillo de naipes.
Mario sabía la decepción y la frustración tan honda que Cristina estaba sintiendo, aún es más, él era partícipe en primera persona, de la misma y también, lógicamente, estaba frustrado.

Mario trataba de animarla, incluso sabiendo que poco se podía hacer. ¡Vamos! Cristina no es para tanto, no es fin del mundo, si… ya, ya sé, es injusto terriblemente injusto, pero ¿quién ha dicho que siempre triunfe lo justo?, ¿dónde está escrito?. Cristina, al final si has hecho todo lo que se puede no se te debe exigir más, ni te debes de exigir más y, si se te exige, no puedes hacer nada. No sufras, es tontería. Tienes razón, pero tú sabes muy bien, y tú lo sabes, que el haber puesto toda la carne en el asador no es suficiente, sabes perfectamente que si no tienes resultados tangibles y a corto plazo, vanos son los intentos de exponer las causas por muy reales que éstas sean, se leerán como justificaciones.

No obstante, las palabras de Mario a Cristina le servía como ese bálsamo desesperado, pero bálsamo al fin y al cabo, que sólo la amistad puede dar. En la mente de Cristina paseaba y rondaba repetidamente el “en todo caso tú lo sabes”. En principio, ese pensamiento le calmaba, al mismo tiempo que le indignaba todavía más por la falta de gratitud, ya que incluso se había excedido a sus responsabilidades.
Mario, como te puedes imaginar, se han de crear chivos expiatorios, se tendrá que buscar alguna excusa que sirva de causa para justificar lo injustificable. Tú y yo llevamos todas las papeletas, sobre todo yo. Soterradamente estarán construyendo los pilares necesarios para poder “prescindir de mis servicios” para cuando sea necesario. Lo veo con toda nitidez.

Estoy ahogada y agobiada, duermo mal, adelgazo cada día más y más, que mira por dónde, es la única ventaja que voy a obtener de esta situación.
Mario, no sé qué hacer, veo difícil explicarles nada. No es cuestión de entendimiento, ellos saben las causas y entienden el hecho, pero han de defenderlo hacia los de arriba y éstos no quieren oír ninguna explicación. Da igual que tengas o no razón, lo necesitan, necesitan un chivo expiatorio y si no existe lo tendrán que inventar.

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Señores, si no les importa, ¿pueden ir abonando las consumiciones?, vamos a cerrar. Mario y Cristina salieron del ensimismamiento en el que se habían sumido y se “despertaron” de la pesadilla. Incluso, por un largo rato, llegaron a pensar que esta última situación había sido real.

Todos, ya agotados, se fueron poniendo, a duras penas, los abrigos y comenzó esa eterna ceremonia de despedida después de un largo día.

Fue entonces, cuando Cristina le dijo a Mario, ¿crees que si hubiéramos perdido todos los proyectos por razones políticas hubiera ocurrido eso? No lo sé, ¿Quién sabe?, pero será mejor no comprobar que hubiera ocurrido si los proyectos se nos hubieran caído como un castillo de naipes, quizá la confianza también.