Con sentido Critico


Cuando la ambición se confunde con codicia

Inmaculada Sánchez Ramos

 



A la hora de caracterizar los diferentes comportamientos que concurren en el gran teatro del mundo hay que ser muy, pero que muy, precisos, ya que un mismo comportamiento es “susceptible” de ser calificado como virtuoso o vicioso, a poco que se juegue sutilmente con el lenguaje.

Una de las penúltimas modas de “management” – que ya está un poco “demodé”, de ahí lo de penúltima- ha sido el requerimiento por parte de las empresa de directivos ambiciosos. Sin embargo, observo que en la actualidad esta tendencia está bajando, arguyéndose que esta ha sido una de las causas –entre otras, tales como la generación de falsas expectativas a los usuarios, el no escuchar a los expertos, etc- del descalabro de la nueva economía .

A mi entender, es incorrecto que así ocurra, ya que la ambición la considero un requisito, no sólo necesario sino imprescindible e inherente a la propia naturaleza de un directivo. Pretender no exigir la ambición a un directivo es tanto como pretender no exigir a un escritor un mínimo de uso correcto de la gramática.

Sin embargo, estoy totalmente de acuerdo que ha habido una codicia desorbitada – si la redundancia se permite- aspirándose a un enriquecimiento fácil, impúdico e insolente y para más inri, todo ello disfrazado de eficiencia.

Decíamos al comienzo de esta reflexión que cuando describimos un comportamiento hay que ser muy cuidadoso y cauteloso en el uso de lenguaje. Por ello, he consultado los vocablos codicia y ambición en el diccionario de la Real Academia Española y he encontrado que las codicia se define como afán excesivo de riquezas y la ambición como deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama. Analizando ambas definiciones se deshace el equívoco.

En la propia definición de codicia está implícitamente incluido y extrínsecamente expresado, su carácter excesivo y desmesurado y por otro lado, lo que es materia de deseo se circunscribe exclusivamente a la riqueza. Más al contrario, cuando hablamos de ambición, hablamos de aspirar a conseguir una serie de metas y retos (también riqueza, pero no sólo). Cosa diferente será que intentáramos alcanzar las metas por medios ilícitos, pero el deseo de alcarzarlas no es, en si mismo, pernicioso, aún es más, es algo positivo y útil, pues es casi una garantía de logro de dichos objetivos, ya que impulsa a poner en juego todas las potencialidades del individuo.

Sin embargo sí ha sido, a mi juicio, una de las causas del gran fiasco el se haya escogido directivos codiciosos.
 

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Publicado en: 2005-1-26

 

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