104. Obturaciones

Otra vez la búsqueda. La búsqueda como fin. El fin como medio, como excusa. La búsqueda como el hallazgo, nunca solo el telón de fondo.
Otra vez la he estado buscando. Salí el sábado por la tarde con la excusa de las fotos. Estaba dispuesto, la cámara cargada con la película en blanco y negro, y en la bolsa, carretes de diapositiva y de color, como si todo eso fuera algo, pero fíjate, bastaba mirarme un poco para darse cuenta de que la cámara me sobraba. Hacía fotos para justificar la carga, solo eso, y la cámara la cargaba para justificar la búsqueda. La búsqueda es la trama que entretejo para justificar mi hallazgo. Prejuicios de una vida ordenada, supongo. Hay gente que cree que la vida es sufrimiento. Yo no. Pero creo que es esfuerzo, de algún tipo. A Bukowski, cuando le preguntaban acerca del oficio de escritor decía que escribir no era su oficio: «Bastante hago con estar vivo como para encima tener que trabajar. Lo de escribir lo hago porque no puedo no hacerlo.» Desconfío o directamente desprecio las cosas que gano sin esfuerzo. A los diecisiete años gané un concurso literario bla, bla, bla, bla… es sorprendente que pueda seguir sentándome al frente de este aparejo y dispensar palabras. A ella la busco como fin. Por alguna razón la idea de que una mujer solucionaría todos mis problemas se hace fuerte en mi cabeza. Pero tampoco son problemas, no tengo realmente ningún problema ahora mismo; y mucho menos uno que pueda solucionar una mujer. Sin embargo una mujer llenaría mi vida de flores, sería como una ventana en un cuarto cerrado. Una ventana en un cuarto sin paredes. A ella la busco como fin, pero es la búsqueda lo que me vale. De ella no sé nada y ya estoy escribiendo de ella, prueba irrefutable de que no es ella a quien busco sino estar buscándola. ¿Qué sé de ella? Bueno, es italiana. Italiana de Turín; tiene el pelo gris en una especie de dramatización grotesca de lo que los prospectos de los tintes definen como «rubio ceniza»… en algún momento ella abolió el rubio… abolió a la rubia, la echó de sí, ahora es solo ceniza… eso me gusta. Sé que es fotógrafa o quiere serlo. ¿Qué implica eso? Ingenuamente pudiera significar que le encanta el mundo, que considera que el mundo es un lugar maravilloso y ella quiere atrapar los momentos (chispas fugaces) que dan constancia de ello. La verdad: que si eso es cierto, hay que tensar la cuerda, hay que dar otra vuelta de tuerca: el mundo es hermoso, sí, pero el mundo requiere (o nosotros; yo requiero) manifestaciones claras de los momentos de plenitud y los de decrepitud y hacer brillar los momentos de nada más absoluta como eclosiones de nuevos viejos universos… no hay más plenitud que ahora… de ahí la búsqueda.
Cuando iba hacia el cine me lo he dicho y he querido reírme. Me he acordado de Whitman y me lo he dicho: no hay más plenitud que ahora… y sin embargo mírate ahora, sudoroso, febril, no te encontrarían ni aunque te restaran todas las capas de ropa que te sepultan, y algunas más. No hay más plenitud. Aceptamos la fiebre, el delirio, las visiones como algo natural. En el mundo que yo imagino todos somos sabios. Al más ruin de nosotros se nos enciende cada tanto una lengua de fuego sobre su mísera cabeza y empieza a hablar lenguas que explican los secretos de lo que está por llegar o ha sido hace tanto tiempo que hemos olvidado el código. En un momento así solo podemos obturar, positivar la imagen y a otra cosa. Hacerse demasiadas preguntas está de más. Por eso solo busco, por eso solo salgo de casa y que sea lo que Dios quiera. Por alguna razón, Dios, o lo que sea, se ha propuesto (por tercera vez) que no vea la última de Clint Eastwood. ¿Me exaspero? Momentáneamente. Maldigo al Universo, incrédulo como estoy de no poder. Chico, pensaba pagar la entrada, ¿por qué me haces esto? Y ahora ¿qué? Bueno, ahora a pasar las horas, ahora enfrentarse a lo que realmente pretendía postergar la cita con el proyector y el palacio de butacas. Metro al centro (en el metro no pago, faltaría más tener que pagar para ir a trabajar) y a buscarla. Sé que ella no tendrá las respuestas, raro sería que compartiera mis preguntas pero… ¿no me llamó Diego el otro día? sí, me llamó Diego, pensaba que… Yo le pregunté si sabía cómo me llamaba y ella dijo que sí. Yo le dije que Omar. Ella no comprendió. O comprendió fácilmente pero pensaba… sabia, estaba segura de que me llamaba Diego. Aquello me encantó. Claro que sí, Diego, y tú te llamas Maya. Ese es un buen indicio para buscarla. Hace que valga la pena hacer todo lo posible aunque sea para certificar que el fin no es nada, que lo que cuenta es la búsqueda. Incluso con fiebre y escalofríos. ¿Y si la hubiese encontrado? Si la hubiese encontrado solo hubiese podido decirle que me alegro, que lo he conseguido, que después de buscarla durante días y semanas, durante años enteros, la he encontrado al borde de mi fantasía y, sí, su silueta encaja perfectamente con la sombra borrosa que un día se plasmó (aparentemente por descuido) en la película de mi cámara oscura. Entonces uno busca sin buscar pero anda solamente para encontrar. Universidad, Ronda Sant Antoni, Ramon y Cajal, Sant Vicenç, Hospital, Ferran, Plaça Sant Jaume, Plaça del Tripi y al final un bar anodino en Aviñón donde tomar una mediana de Voll Damm (porque no hay infusiones, porque no hay quintos) y alimentar al monstruo alucinógeno de la fiebre. Una plácida noche, un caminar tranquilo por las estrechas calles del Raval, es lunes y hay gente en los bares que salen de trabajar o que entran en sus vidas de bares y búsquedas, solo yo estoy solo en el bar. Solo estoy solo en la calle y mi andar es tan fluido y sigiloso que parece que mis blandas piernas estén rellenas de bolitas de porexpán por debajo de la tela del pantalón. Qué bien no haberte encontrado. Qué bien poder seguirte buscando. Aunque sé de sobras que si esto se alarga mucho puedo rendirme en cualquier momento, a mi que tan poco me cuesta entregarme a causas perdidas, ¿qué voy a hacer cuando te encuentre? Hacerla comprender (y que ella me haga comprender a mi) que nuestra búsqueda es una especie de historia de la fotografía al revés… partimos de la cámara oscura, algún día bebiéramos llegar a la cámara lúcida. Y dale que te va.