II Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura
Concurso Caravaca
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Bases del concurso, premios y jurado


1/3/2005

93. El día que perdí la imaginación.
92. El reto en una caja de cartón.
94. Circunvalación
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Recuerdo perfectamente un día que volviendo de la escuela no sé porque me dije a mi misma, el día en que pierda mi imaginación será el día en que muera como persona. Parece un pensamiento demasiado profundo pero realmente lo creía.
Cuando te das cuenta de estas cosas, miles de dudas existencialistas invaden tu mente, se entrelazan, como mariposas que juegan, que revolotean sobre una campo inmenso de flores silvestres. Te has preguntado alguna vez dónde están las ideas? A mi me gusta pensar en esa metáfora de las mariposas.
Imagina tu cráneo, pero no te quedes ahí, profundiza, más adentro aun. Ves ya el cerebro flotando, protegido por líquido cefalorraquídeo. La superficie del cerebro es el campo de flores silvestres, todas esas flores crecen gracias a lo que se encuentra debajo del suelo, las flores consiguen comunicarse entre ellas, una tarea relativamente fácil gracias a la colaboración de las amables mariposas que vuelan sobre un cielo húmedo; líquido, delimitado por una capa de ozono ósea.
Una vez intenté fotografiar este bonito paraje a través de mi ojo izquierdo pero fue una tarea en vano, debí intentarlo por el ojo derecho, seguramente a la hora en que lo hice oscurecía ya en ese hemisferio…

Quizá te recuerda un poco a las leyes asociacionistas, pero de todas formas yo me he percatado que no todo el mundo tiene mariposas entrelazando sus ideas ni tampoco iguales campos de flores.
A veces quisiera escapar volando de mi misma. Hace algún tiempo ya que dejé de comer, espero no tener que esperar mucho para que el viento pueda elevarme. Tengo muchas ganas que llegue ese día, tal es mi ansia que por las noches cuando consigo conciliar el sueño, varias horas después de haberme acostado, mi ello inconsciente busca saciar instantáneamente ese deseo a través de los sueños.
Saciar los deseos… A mi me gusta hablar de deseos brillantes en lugar de deseos oscuros, como hace la mayoría de la gente. Los deseos brillantes son como los deseos oscuros, te avergüenzas igual de ellos y puedes temer contárselos incluso a la persona en quien más confías, por miedo a lo que pueda pensar de ti. Los anhelas con la misma magnitud. La diferencia es, como todo el mundo sabe, que las cosas oscuras no iluminan, no te cegan con luz propia; los deseos brillantes sí.
No sé porqué, pero yo no logro avergonzarme de mi deseo más brillante, nunca se lo he contado a nadie, pero no por miedo o vergüenza sino porque aun busco a alguien a quien confesárselo, alguien especial con muchos deseos brillantes guardados en su interior a la espera de encontrarme a mí y a mi deseo.
Te lo confesaré, igual tu sepas mejor que yo a quien busco…
Visto poca ropa, hace mucho calor. No hay ningún ruido. Me gusta esta especie de silencio sosegado. De repente una corriente de agua moja mis tobillos; es un embalse. Nada más. Algún que otro salto de algún que otro pez, algún que otro canto de algún que otro pájaro y algún que otro susurro de algún que otro viento que mece suavemente las hojas de algún que otro árbol. Nada más. Mis manos son acariciadas por un líquido de textura suave y a la vez viscosa, una sensación agradable, un pequeño placer. Miles de colores inundan mis ojos, los manipulo, los entremezclo, bailo a su son, me fundo con ellos a la luz del atardecer. Por fin lo he terminado. Precioso lienzo pintado con mis dedos, convertidos en pinceles durante unas horas. Y allí está, mirándome, bajo aquél árbol, impasible, con esa mirada que me hiela la sangre, que me paraliza, que me desconcierta… que me atrae…
Soy yo misma observándome a lo lejos, a la espera de poder intervenir. Quiero traerla conmigo. Ella es mi yo verdadero, mi infancia, mi imaginación, mi vitalidad, mi alegría, mi esperanza… Le ofrezco mi mano, aunque sé que es inútil, ella no quiere venir conmigo. Detrás de mi ve el auténtico aspecto del embalse, el auténtico aspecto de la vida; es un paraje demasiado lúgubre para ella, no tardaría en escapar.
Lo dejaré estar. Que siga brillando aunque sea escondida dentro de ese ataúd a la espera de quien logre sacarla, alguien que la ayude a romper la cáscara del mundo…

92. El reto en una caja de cartón.
94. Circunvalación