“Mirando al mar, todo lo que
arrastré hasta allí parece fútil. Lo extenso, lo realmente
trascendente se mece, se hunde y es azul. Me abandono en
cualquier orilla y me siento fuera y dentro de todo”
LIBRO I:
Los libros. Me encantan los libros, que me hablen de libros, que
me inquieten.
Me gustan las librerías, aunque siempre echo de menos una silla.
Ojearlos, admirar sus títulos, recordar otros libros.
Me gusta tener los libros que he leído, marcar sus páginas,
copiar algunos trozos en las primeras páginas en blanco, dejar
que pase el tiempo y recordarlas, releerlas y buscarlas, hablar
de libros y vivir.
Siempre he creído que leer es conocer personas, lugares,
pensamientos y sentir, es sentir a través de ¡tantas letras
escritas desde dentro! Cuánto cuesta recibir palabras desde
dentro, si no son escritas.
Los libros. Los tengo agrupados por un criterio de aficionada,
neófita, pero me gusta verlos, tenerlos, tocarlos, porque me
contienen.
Las personas son como libros, empiezan y terminan en sí mismos,
tienen nombre y son únicos, aunque a veces, se parecen. Pueden
ser inolvidables o pasar inadvertidos, muchos forman parte de
nosotros, en ellos vemos lo que hemos podido, sabido o querido.
Las personas son como libros, pero mucho menos accesibles.
Quisiera tener hombres como libros. Tener mi estantería llena de
ellos, disfrutar siempre de uno y tener en mente otros para
después. Encontrarlos encuadernados en tapa dura, en colecciones
con apariencia homogénea que albergan una gran diversidad, en
ediciones de bolsillo, novelados, históricos, ensayos,
hombres-libro de poesía.
Los hombres. Los libros. “Beso Blando”, “Miedos”, “Mentiras”,
“Los cobardes”, “Los del sexo sin amor”, “Los no te enamores de
mi”, “ Los por qué ya no me quieres”, “Los sin palabras”, “Los
necesito conquistarte”, “Los libres”, “Los tiene novio, no me
interesa”, “Los no puedo estoy blindado”, “Los quiero sexo pero
no me abras las cancelas”, “Los llego tarde”, “Los no pasa
nada”, “Los no, venga, no me pongas un condón”, “Los me gusta,
pero no, déjala a ella que sueñe, yo no me atrevo”, “Los eso es
ridículo pero quisiera”, “Los emancipados que ostentan su
desorden anhelando que ella ordene sus vidas”, “Los
contradictorios”, “Los mimados por sus madres”, “Los cómodos”,
“Los descuidados”, “Los idiotas”, “Los no me explico como
tirándose a tantas como dicen, saben tan poco”, “Los malos
amantes”, “Los timoratos”, “Los carroñeros”, “Los
coleccionistas”, “Los mediocres”, “Los repetidos”, en fin, todo
un repertorio de best sellers que adornan la mayoría de
librerías al uso, porque venden, porque los compramos.
Hombres como libros, buenos libros. Que existieran tantos para
leer que siempre me encontrara ante la decisión difícil de cuál
colocar primero al lado de mi cama. Pasear, ojearlos, tenerlos
un rato en mis manos y dejarlos, escogerlos otro día…y
encontrárlos. Interesantes, divertidos, inquietantes,
inteligentes, desnudos, sí, desnudos. Repletos de contenido.
Excitantes, amantes y sin miedo a volar. Atemporales, intensos.
Sensibles y sin miedo, desnudos.
Eso, sensibles, desnudos y entregados.
Tenerlo en la mente, encontrarlo, ¡jé!, encontrarlo. Con un
título de esos que admiras por su elocuencia, por su contenido
críptico, por su acertada metáfora, por su belleza, por su
promesa. Admirar aspectos superficiales pero que a veces nos
hablan en susurros desde el interior: Los colores, dibujos,
fotografías, citas. Cerrar los ojos y percibir su olor, el calor
de su piel, mi deseo.
Abrir sus páginas y perderme.
LIBRO II:
Quedamos para ir a la playa, yo hubiera preferido no verle, no
quería verle, pero sabía que habían pasado varios días y yo
estaba lejos, pero él no, yo estaba bien, pero él no, yo tenía
un amante, pero él no.
Teníamos una manera peculiar de plantearnos la vida en pareja,
honesta y lúcidamente aceptábamos no ser para el otro el único,
pero creíamos ser el verdadero o, al menos, yo lo creía, aunque
sabía que él tenías dudas acerca de esa certeza.
Y quedamos para ir a la playa.
Yo estaba lejos, él herido. Hacía sol, el mar estaba calmo, mi
cuerpo desnudo a penas rozó el suyo también desnudo a mi lado,
me sentía bien así, callada, a su lado, disfrutando de las
pequeñas ondas del mar, del calor del sol, de la sal y de él.
Sí, así, callada y lejos. Y no hablamos.
Hace apenas tres años nos amábamos con furor, apasionadamente,
discutíamos apasionadamente, nos mostrábamos apasionadamente.
Dicen que la pasión es agotadora y que se pasa, que se
transforma en otro tipo de amor. Discutimos apasionadamente y es
agotador y eso no pasa.
En mi cuerpo solían quedar marcas de su paso por mí, tengo la
piel muy blanca y sensible. El ya no lo recuerda, tenía que
haberlo imaginado, me parecía impropio mentirle, creí que no
estaba a su altura la mentira y sí, si lo estaba. Tengo marcas
del amor de otro en mi barbilla, una rotunda, insultante y
maravillosa marca de amor.
- ¿Qué tienes ahí?
- Una herida.
- ¿Qué te pasó? , ¿es la alergia?, ¿un herpes?
- No, un affaire.
- Pero, ¿Qué es?, ¿alergia?
- No, un affaire, un lío.(Sonrío bobamente)
- Pero, dime, no entiendo…
- Pues lo he dicho bastante claro, déjalo, no es nada, una
herida.
- ¡Ni que te hubieses acostado con un oso, coño!
- (…)
- Pero, parece que tiene pus, es como el herpes que te sale, a
ver,…
- Déjalo, ya está, no te entiendo, te lo he dicho claro…
- No sé de qué te ríes.
- (Si lo sabe, por eso está así).
No escogeré este trozo para transcribirlo en las páginas blancas
del principio. Esta es mi larga historia por entregas, nunca he
creído que esté llegando al último volumen, siempre habrá por
dónde seguir. Eso creo, eso quiero, eso necesito.
Cómo nos cuesta acercarnos al otro cuando cierra sus puertas y
te abandona, te roba su presencia antes continua, se muestra en
tu Universo como un agujero negro, que no es nada y sí, que es
misterio. Que te mata por dejarte en esa hoja en blanco, no se
sabe si el olvido, si el empeño, si el miedo o la desidia, si
nada.
Cómo cuesta seguir creyendo en magia, cómo cuesta no creer…en
qué miserable nombre estándar se convierten nuestras letras
amantes.
LIBRO III:
Estaba sentada en el borde, sobre una piedra. Abajo el mar, por
encima el cielo, como siempre.
Sentada sobre mi angustia.
El acantilado era el tiempo por venir, mi abismo.
La incertidumbre, la piedra del tiempo presente en la que
espero.
Miro arriba, azul, denso, cargado de nubes dispuestas a llorar
sobre mí. El cielo, hecho de tiempo pasado.
Estaba sentada en el borde y desvié la mirada. Allí estabas tú,
de pie, cazando mariposas de colores, cantando.
Te miré largo rato, era como si te conociera. De vez en cuando
tu mirada transformaba el juego, dejando ver un pozo gris
oscuro, cargado de nubes, dispuestas a llorar sobre mí. Tumbado,
moviéndote nerviosamente tratabas de tejer canciones con tus
dedos, te revolvías, te acurrucabas y, de un salto, otra vez en
pie, tratabas de coger una mariposa amarilla, brillante, que
había rozado tu pelo.
Curioso, repetías una y otra vez, suelo y canción.
Te llamé por tu nombre, fuerte y claro. Te extendí la mano larga
y abierta, la cogiste cauto. Primero los dedos, después,
acariciando la palma, cerraste la tuya en torno y viniste
conmigo.
Te dije: siento la magia, la siento…
Las coincidencias, la música, el tiempo, mis emociones, forman
partes de una misma cosa palpitante.
Te dije: Una, dos, tres y ¡salté! Dos segundos más tarde,
tirando de mi brazo saltaste conmigo. No podía creerlo, ¡mira!,
¿sientes?, ¡estamos volando!, el aire pasa por entre los dedos
de los pies, y nosotros somos del aire, hacemos piruetas sobre
el acantilado, nos amamos anegando las piedras con nuestros
líquidos cálidos.
Te miro, sonrío y me digo ¡vuelo!
Te miro, sonrío y me digo ¡vuelo!
Te miro, sonrío y me digo ¡vuelo!
Unos huyen heridos por el agravio, otros huyen temerosos de lo
intenso.
LIBRO I:
En la primera hoja blanca de este libro transcribo: “tus ojos
son vidrios mojados por donde veo el mar. Mientras me acaricias
por dentro yo miro tus ojos y sonrío” (pág 54). “El deseo es
como llama de dragón, un hálito caliente que te arrastra y te
abrasa y se disipa y es leyenda” (pág 58).
Lo estoy terminando, es uno de esos libros mágicos, donde
realidad y sueño pugnan. La realidad se termina cargando el
sueño. Es una pena que se termine, dejaré un hueco en la primera
página en blanco, seguro que habrá más cosas que recordar.
No me gusta esta página en la que he dejado el marcador.
“Te dejaré con un beso amante sembrado en tus ojos para ver si
me crecen rosas en las mejillas cuando me mires”.
|