AYER PERDÍ UNA ESTRELLA.

Manuel Molina (elfo_bcn)

 

Fue ayer, noche de frío y de estrellas. Una de esas noches abiertas, en que el cielo nos mira con la sabiduría de un ser superior. La estrella polar en el norte, inmutable y por otra parte indeleble en mis pupilas. Ella a su  lado, para que la viera. Apareció  repentinamente, o fui yo quien la quise ver. Pero estuvo, de eso estoy casi seguro. 

>Algunas veces me pongo a buscar en la bóveda del desierto azul marino lo imposible, quizás no sea el único, pero una desesperación recóndita me humedece los pensamientos con lágrimas que no nacieron, secretas, profundas de océano, mi océano, y ese es con el que cargo y muero a diario, los demás ya tienen el suyo. No es una búsqueda con consuelo, es un baño de realidades inconfesables, de muerte ya enterrada en mi arena, de trazos visibles no más que de mirada para adentro. Los demás sencillamente observan y ven mi piel, mis ojos, mi rostro y hasta vaticinan que soy completo, cuerdo, y razonable. Sólo necesito una estrella a solas, el secreto es sólo mío, para acorralar los adjetivos y  conjugarme  con los sueños prohibidos para los hombres honorables, prohibidos para el resto del mundo.

>La vi,  no brillaba para mi, pero hay locuras de mariposa que nos enredan la razón, y nos atraen a las llamas aunque sean de fuego asesino. Lucero amargo y dulce. Escogemos la locura para suicidarnos en las luces nocturnas vestidas de sueños imposibles y dorados. No serás mía pero por una vez aguanté la mirada unas horas, y me quemé las pupilas, grabando a fuego tu forma y tus sombras de  luz nocturna.

>Ella no brillaba, palpitaba, pues la luz no era igual de intensa siempre, como los corazones, se aceleraba o se detenía por instantes, ahogándome sin latido, faltándome el aire a bocanadas mudas de miedo, hasta que volvía a retomar su ritmo y cadencia. Parecía imposible su influencia estando tan lejos, pero estaba en  mi cielo y quizá ahí residía su secreto más frío, presente pero imposible, eterna pero intermitente.

Me reflejé en sus ojos para descubrirme inexacto, me perdí en sus cabellos para no herirme de frío nocturno, la deseé aunque quemara para transpirar sueños que el día no trae entre los dedos. La dibujé tanto como pude, casi la calqué y me la guardé en el bolsillo izquierdo de mi cabeza mal amueblada, para no perderla, para tenerla por siempre aunque en un simple esbozo.

>Imposible, lo intenté, retener una estrella, amarla como a una mujer, estrellarme en su sexo y respirar sus deseos. Acariciarla, tan sólo, me producía sudor. Enfermo y desnudo, con fiebre de hombre, hablé con ella, estoy seguro, y ella me habló, más las estrellas son eso, luces de hambre que nunca tendremos, lejanas y admirables, sencillas y amargas, porque la dulzura servida en copa de mimbre se torna imposible para los labios sedientos.

>Y llegó la mañana... y llegaron los cantos de cientos de hombres despertando a la vida, yo mientras moría dejando escapar una estrella en el norte, sentado y estrecho de latidos, me fui apagando con ella, muriendo. Levanté el rostro de nuevo, y una lágrima vació la noche en la luz amplia del sol justo antes que mi vida volviera a ser la de siempre, esa que se parece a la muerte pero que es mía.

 

                                                                                                                            

 
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