UN AMANECER

Por  Julio Cob Tortajada

 
Mi vida se mantenía fiel a un rumbo firme y ratificarlo en mi inconsciente era lo esencial; semejante al timonel que fija su mirada en la estrella hacía un destino asignado en el que trata de mantenerse imperturbable. Así pues, no era cuestión de darle vueltas una y otra vez para verificar mis dudas porque nada podía apartarme de mi trayecto, siempre de ida pero jamás de vuelta.

Fue cuando la vi, rubiales, avispada, de mirada dulce nada empalagosa en cuyos ojos anidaba el brillo de los luceros. Y fue justo en el momento en que mi fiel de la balanza punteaba la certeza de mis deseos. Pero al cruzar nuestras miradas convencidos los dos de su significado, en ese mismo instante, solté el timón que quemaban mis manos.

Huí de aquel aire denso e irrespirable que ahogaba mis sentidos, y cuya presión me producía asfixia. Aquella mirada fue la llave hacia un mundo nuevo, cómo el tirar de la espita por donde se ahuyentaran las tinieblas que dominaban lo más hondo de mi pozo.

Fue el comienzo de un sueño. Fundidos por el destino nos cogimos de las manos bajo una suave lluvia y nos adentramos hacia el prado perfumado por el espliego. El arco iris nos abrió a un nuevo espacio multicolor y bajo su portal, corriendo como dos locuelos, emprendimos la fuga. Descorrimos las cortinas tan suaves como el algodón de nubes que embellecían el entorno y el aire pastoso quedó atrás. Uno nuevo, límpido, salió a recibirnos. Embriagados, decidimos fijar el ancla y quedarnos allí para siempre.

Transcurrieron los años, he perdido la cuenta. Debieron de ser muchos porque las canas pueblan nuestras sienes sin dejar señal alguna que nos prive de nuestra eterna juventud.

Mí pasado es un estante vacío y mi futuro junto a ella es un destino en blanco. Sólo vivimos el presente, segundo a segundo, minuto a minuto, con una intensidad tal, que más bien es una montaña rusa de emociones vibrantes y recodos mágicos, aliñados con la energía de nuestras vidas sin límite de velocidad.

Mi horizonte desnudó sus límites hasta lo inalcanzable y mi inconsciente abandonó sus viejas amarras. Ahora se desborda por los campos húmedos de albahacas y se pierde bajo las bóvedas perfumadas de los eucaliptos trotando libre como un cervatillo que traza líneas de libertad.

Marzo 2007-03-23

 
 
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