En ocasiones, la tierra sufre contracciones de parto;
pero, desgraciadamente, solo alumbra dolor, oscuridad y muerte.
La tierra, rota y horrorizada de su malparto,
se consuela con el llanto de un recién nacido que, en brazos de su madre,
anuncia que aún respira la esperanza.
Muchas manos, armadas con hilos de seda blanca y azul,
zurcirán, primero, y bordarán, después,
costuras firmes en las calles
y en los corazones que atesoran las historias
rancias y hermosas de Lorca y sus hijos.
Mati Morata
Mayo 2011
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