HERIDAS DE AÑORANZA

 
 

Mati Morata

 

 

Era una de las asignaturas pendientes de mis días: superar tus desidias.

 

Fuiste muy elocuente en tus desaires, en esas miradas que no me veían,  esa rotundidad expresa que apagaba mi voz. No parecías valorar lo que te entregaba a sorbos, embotellado o a granel.

 

Cariño en lata, rebozado con harina, o en conserva de agrios. Tú lo dejabas directamente en tu despensa, con la sonrisa fría de la cortesía, o con la premura de quien no tiene tiempo para debilidades. Pero hoy no creo que hayas probado ni uno solo de los bocados de mis sentimientos. Yo esperaría algún tiempo en la oscuridad de tus baldas, por si te entra hambre en la noche. Pero me temo que hasta mis caricias tienen fecha de caducidad.

 

Los días pasan,  no miro las muecas de los agravios, ni las cicatrices que me dejan presa de un pasado. No gusto del dolor, ni estoy enganchada a la esperanza. El suelo me sostiene, porque es su obligación soportar mi peso; y la mía no soñar con surcar el aire, fiel a mi naturaleza.

 

Con la mirada al frente dirijo mis pasos hacia un horizonte  impregnado de colores que anuncien el día, y de negros que permitan la noche. Porque vivir es conveniente pero soñar, soñar es indispensable. En mis sueños quizás me encuentre contigo. Y si aún me miras  puede que la sangre vuelva a mis mejillas y que el cielo decida quedarse a nuestro lado. Entonces el tiempo reposará tranquilo un instante para comprobar si mis caricias, heridas de añoranza, han caducado ya.

 

Mati Morata

Septiembre 2010

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