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Hace tanto tiempo de ello…pero no tanto como parece: si niña muñeca, y
si niño caballito de cartón, o a jugar con pistolas, o a luchar con las
espadas. Quedaba muy lejos la ley de paridad, y para verla han tenido
que transcurrir muchos años y cambiar las cosas, como la desaparición
por antiguo de aquel tranvía traqueteante que discurría por una ciudad
sin semáforos y nos acercaba hasta el mar, tras el que corríamos para
alcanzar sus estribos (sólo los niños), lejos de la mirada del revisor
después de haber abandonado el juego del balón, del que poco o nada
sabían las niñas siempre con sus muñecas de trapo y cartón. Ahora, ya de
moderno y con la etiqueta de ecológico, nos vuelve el tranvía, pero ya
ni corremos tras él, ni convertimos las calles en campos de fútbol
dándole a una pelota de trapo como hacíamos cuando si eras niño lanzabas
piedras, o si eras niña presumías de comiditas jugando a las mamás. Y es
que la ley de paridad nos ha condicionado y ya nada es igual. Y no sólo
gozamos de los tranvías que otra vez nos llevan al mar, sino también con
unos trenecillos ligeros que con sus ruedas de goma se pasean y nos
enseñan un gran balcón de velas y vientos, sede de la America Caps. Y da igual que seas niña o niño. Ahora todos entendemos de todo, andamos como mezclados, y hemos alcanzado tan alto grado de conocimiento, que sabemos de barcos y de veleros, de vientos y de mareas, al igual que del uno contra uno de Ronaldihno, de los entresijos del Mclaren del Formula Uno, del hoyo dieciocho del Open Golf, o de la canasta ingrávida del básquetbol. Valencia, tantos años de espaldas al mar, le ha dado la cara y una marea humana rivaliza con la brisa marina de sus dos “campos de regatas” en los que se escuchan vítores de ánimo hacia “El desafío español”. La ley del deporte, la más libre de todas las leyes porque no necesita pasar examen, nos alcanza a todos. Hemos logrado tan alto grado de conocimiento que la ley de paridad se ha quedado vieja y ya no es de aplicación. Si niña niño, o si niño niña ya es indiferente; manda el tranvía de la modernidad al que todos podemos auparnos en traje de fiesta, cogidos de la manos hacia cualquier Ayuntamiento o Casa de la Ciudad, donde siempre habrá esperándonos un edil ajeno a la pregunta de si caballito de cartón o de muñequita Pérez, e ignorante a la ley de paridad. Mayo 2007-05-30 |