MI BLOC DE NOTAS


EL PAISAJE

Julio Cob Tortajada

 

La Tierra, como ese vehículo que nos traslada de un punto a otro del planeta, se calienta insistentemente y todos sus elementos crujen sin que el aire climatizado, por mucho que lo intente, consiga darnos la tranquilidad que tanto anhelamos. Alertados por los partes meteorológicos que nos llegan, bien a través de la antena disimulada en cualquier doblez de nuestro habitáculo, bien por nuestro navegador de a bordo, seguimos a toda velocidad sin hacer caso a sus limites, ahora que nos hemos dado cuenta de la inutilidad de tener los puntos que nos han dado, como cualquier regalo obligado en el día de un santo comercial, esos que existen a lo largo de todo el año.

Nos dicen, que el cambio, no el de las marchas sino el climático, es el más importante mecanismo en las horas de conducción, que son todas las que transcurren ante nuestros ojos todos los días del año. Por lo que debemos esmerarnos en sus cuidados y estar atentos a las indicaciones de tráfico, que por su condición internacional, algo así como el esperanto pero en banderitas como señales, no debe sernos extraño.

Me pregunto, sin embargo, en qué somos culpables del calentamiento universal, de cuya fiebre, alguna responsabilidad debemos tener. Sólo nos hace falta contemplar el paisaje para observar cómo, unos a otros, en fuego cruzado, nos hacemos la puñeta sin el menor decoro, transitando por nuestra propia autopista, exentos de peaje y nada dispuestos a sufrir el control de alcoholemia; no sea que demos positivo y luego nos señalen con el dedo, indicándonos como culpables.

Si del roce nace el cariño, aseveramos todos, también de la fricción surge inevitable la calentura. Algo pues de culpa tenemos todos del calentón, a cuyo alarmante anuncio hay quien se dedica con pingues beneficios pero también con entusiasmo, activos estos siempre tan unidos.

El romanticismo decimonónico, la revolución industrial y la tecnológica, ceden el paso al siglo del cambio climático cuando éste no ha hecho más que empezar, a cuyo final, muy pocos de los presentes estaremos invitados, instalados por esas fechas en el éter, libres del frío, como también del calor. Hasta llegado ese momento seguiremos con el roce y la fricción, calentándonos unos a otros. Quizá prescindamos del barril de petróleo, próximo a los cien euros. Pero para eso, queda todo un siglo por delante.

Octubre 2007-10-30


 

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