Emociones. Por Iben Xavier

Iben Xavier

En esta dimensión no corren las emociones
vuelan libres a la busca de un agujero negro
donde se encuentre el código que descifre
el misterio silencioso del mito extraviado.

No existen más sinrazones con razón
en este mundo infestado de molinos
sólo el silencio de un grito ahogado
para encontrar el código perdido
el verso que nunca fue escrito
en botellas lanzadas al mar
la mano que se extiende
las caricias perdidas
de ojos cerrados
que te esperan
en mi suspiro
tan breve
como es
la vida
este
día
sin
ti

Asociación Canal Literatura

IBEN XAVIER

Yo tengo un hijo. Por Yolanda Sáenz de Tejada

Yolanda Saénz de Tejada

A veces siento una rabia que me incendia y sólo puedo hacer un poema.
O al menos, sólo puedo hacer un poema sobre la marcha.
Luego, intento ser esa gota de agua que hará que un día, junto a otras gotas, colmemos el mundo.

Por eso inauguro en mi vida una sección que hace tiempo que practico y que ahora, para mí, es necesaria: poemasdeuda.
Poemas que escribo porque estoy en deuda con las personas que, muchas veces, por nuestra culpa, sufren o están en desigualdad de oportunidades y derechos.

Y este, es mi primer poemadeuda al que denomino así:

 

Yo tengo un hijo
fascinante
(ya sé que todas las
madres
decimos lo
mismo).
Un hijo
que utiliza
su corazón
–y el mío–
como lava
ardiente
para fundir
palabraspuñales.

Yo tengo un hijo
tierno y
dulce,
como panecillo
recién
tostado en
mi vientre
horno.
Un hijo
libre al que
yo misma,
con mi lengua,
le limpio
las alas
cuando alguien
se las
ensucia.

Yo tengo un hijo
homosexual y
no quiero
“curarlo”;
porque él no está
enfermo.

Y ahora,
después de mis
versos,
sigo labrando
la tierra y
los libros
para que este país
continúe siendo
libre.

Por mi hijo;
Por el tuyo.

 

El obispo de Alcalá de Henares (Madrid), Juan Antonio Reig Pla,
aseguró que la homosexualidad puede ser curada “con una terapia
apropiada”.
(EL COMERCIO.PE)


Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»

Blog de la autora

Al Desnudo. Por Fátima Ricón Silva

Fátima Ricón Silva

 

No poseo nada, tan sólo unas letras adheridas a las suelas de mis botas,

y en cada pisada queda grabada una huella que contiene un poema,

y en cada poema dejo un poco de mi persona

que se cuela a través de los agujeros de mi corazón.

No soy nadie, tan solo una escritora de ilusiones personales

y en cada escrito plasmo aventuras íntimas o extrañas,

y en cada sueño me recreo a mi libre albedrío,

libertad que echo al vuelo para que se pierda entre nubes de colores.

Sin tener nada, sin ser nadie,

siento,

henchida de emociones, sentimientos, sensaciones

hasta la extenuación, hasta llorar de felicidad o desdicha,

llorar y llover en mi interior,

agotada de tanto sentir pero no afligida ni consumida,

emocionalmente congestionada,

saturación que se desborda y encauzo en el río de la escritura,

que recorre mi mapamundi individual.

 

Fátima Ricón Silva

Caprichos de la vida. Por Julio Cob Tortajada

Con mis diecisiete años recién cumplidos, el pasear por las tardes en aquel parque en la ribera del río, cubierto en su longitud por las cómplices ramas de los sauces llorones, era como sentirme más mayor.

Y ciertamente lo era porque iba junto a Lolita, unos meses más joven y de quien me sentía profundamente enamorado. Mi mayor orgullo no era otro que el verme correspondido. Pese a ello y en nuestro mutuo recato, ni siquiera nos habíamos cogido de la mano; un beso, nunca la besé. Sabíamos de nuestro embelesamiento por la manera en que sus ojos se fijaban en mí, que no era otra que la misma con que yo la miraba.

A Lolita le gustaba pasear conmigo, y más por la protección de aquellos sauces a los que teníamos envidia porque siempre estaban abrazados uno a otro en celoso amorío. Al menos, así lo comentábamos en juvenil picardía.

Una tarde cambio nuestras cortas vidas, pues de forma inesperada vi en sus ojos un semblante de horror. El motivo, su madre, que apareció de repente cuando íbamos perdidos en aquel bosque de complacencia.

-¡A casa! Y qué no se entere tu padre, menudo disgusto le ibas a dar – Y cogiéndola del brazo se la llevó tras ella. Y dejé de verla.

Un par de años después conocí a quién hoy es mi esposa. Una mujer de bandera, guapa como ella sola.

Pasaron muchos años, y ya tenía un hijo mayor cuando casualmente me encontré con Lolita en uno más de los caprichos de la vida. Fui requerido por mis servicios técnicos a una casa particular, cuando al abrir la puerta aparecieron aquellos ojos cuya mirada no había olvidado. Nuestro mutuo aturdimiento retrocedió a un deleite bajo aquellos sauces de nuestra juventud.

Tuvieron que pasar otros cuantos años para que un mediodía volviéramos a cruzar nuestras miradas en la plaza central, donde no había sauces, pero si un banco bajo unos plataneros donde ya no había que escondernos, pero nuestros ojos hablaban de las mismas cosas.

Tiempo de después me enteré que el esposo de Lolita había fallecido.

Han vuelto a pasar ocho años. Me encuentro en casa, con mi esposa que se encuentra mal. Cosa de los años. También está mi hijo que ha venido a vernos.

De repente suena el teléfono. Ya tengo demasiados años y su voz no la conozco, sólo su fresca mirada. Ignoro cómo ha dado con mi teléfono, pero no me atrevo a hablar, no estoy solo en casa.

Me gustaría quedar con ella, pero no sé cómo hacerlo. Soy tan feliz. Me siento tan joven. Necesito contarlo.

Julio Cob Tortajada

Colaborador de esta Web en la sección «Mi Bloc de notas»
http://elblocdejota.blogspot.com
Valencia en Blanco y Negro- Blog

Ojos de niña sobre el Estrecho. De Emilia Luna Martín

Ojos de niña sobre el Estrecho

El Libro

Con estos relatos me he sentido más que nunca unida a mi infancia.
Cuando uno es pequeño, no es consciente de cuánto le quieren sus padres, ni de cuánto puede uno quererlos a ellos. Al crecer, descubrimos que el vínculo entre padres e hijos es una mezcla entre el amor desinteresado de los primeros y el sentimiento de necesidad de los segundos. Al ser adultos, entendemos que ese amor es una cadena larga, con eslabones de hierro que sólo la muerte puede romper. En los años que corren, ya no hay familias con muchos hermanos; pero cuando yo nací, ser el quinto de seis era algo normal, y puedo asegurar que tremendamente divertido.
Nos pasamos la vida queriendo comunicarnos con los demás, quizás en un vano intento para librarnos de la temida soledad. Como si nos diese miedo estar a solas con nosotros mismos en un mundo ajeno y extraño, como si conocer nuestro interior fuera una empresa difícil y poco provechosa. Ojos de niña sobre el Estrecho es un viaje al interior del corazón. Con su lectura, recordarás tu infancia y revivirás con una dulce nostalgia un tiempo que ya no existe, y que tú viviste en primera persona. Sobre el escenario de una ciudad andaluza en los años sesenta, Algeciras, recorrerás calles empedradas, casetas de playa y ferias antiguas. Recordarás objetos, hábitos, juegos y costumbres olvidadas. Historias que te harán reír, sentir, recordar, soñar, en un libro que te transportará al pasado, te ayudará a conocerte un poco mejor y a vivir con un poco más de optimismo.
Porque en nuestra infancia se oculta lo que somos hoy; y el recuerdo de aquellos años tal vez sea, en muchos casos, lo más valioso que aún guardamos en nuestra caja de los tesoros.

Emi Luna

La Autora

Emy Luna nace en San Roque (Cádiz) en 1957. Desde los dos años vive en Algeciras. Su amor por la literatura y los libros nacen con ella. Profesora de Diversificación de la ESO, reparte su tiempo libre entre su familia, el deporte, la pintura y la escritura, su gran pasión.

Colabora desde hace tres años con el programa La Firma de la Cadena Ser, tribuna de opinión desde donde por primera vez comparte con los demás lo que siente y escribe.

Con Ojos de niña sobre el Estrecho, Emilia Luna Martín ofrece un mosaico de memorias de infancia. Un paseo nostálgico por la Algeciras de los años sesenta, donde la tristeza por una época perdida encuentra su bálsamo en la mirada tierna de una niña. Podría ser la mirada de cualquiera, en un intento de recuperar la Algeciras de Los Ladrillos, de la Perseverancia, del Casino Cinema…

 Asociación Canal Literatura

Editorial El desván de la memoria

Escucha el primer cuento de este libro recitado por su autora emitido en la cadena SER.

Primer cuento.

Pincha para escucharlo.

Se puede llamar amor. Por Andrea Rivas Otero

 

Es nuevo este sentimiento que empieza dentro de mí
Empieza siempre que te veo y se alegra mi corazón a la vez que tú sonríes
Veo esa sonrisa en tus labios y lo único que me apetece hacer
Es perderme en esos labios y en el amor que estoy sintiendo
Cada vez con más intensidad
Quiero perderme contigo en el océano de nuestros corazones
Y en esta ilusión de la cual no quiero salir
Solo quiero estar contigo en esta calma aparente que estalla por momentos
Pero a la vez nos hace volar.

Andrea Rivas Otero

Lecciones de Literatura Universal. Por Rubén Castillo

Lecciones de literatura universal

Cuando un volumen lleva un título de este calibre ya sabemos que ha de ser necesariamente un libro ambicioso. Éste, desde luego, lo es. Pero lo importante es que además cumple a rajatabla las expectativas que su marbete genera en los lectores. Coordinado por Jordi Llovet, profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Barcelona, prologado por el insigne Martín de Riquer y epilogado por el no menos ilustre José María Valverde, se alinean en esta obra ciento siete trabajos dedicados al análisis de autores señeros de la historia de la literatura o de obras capitales, desde el siglo XII al XX.
Al final del recorrido, los lectores salen con tal bagaje de conocimientos y con tal acumulación de anécdotas importantes o curiosas que sienten que han sido testigos de un viaje maravilloso, que los ha transportado desde la épica medieval hasta García Márquez o Vargas Llosa, desde Góngora hasta William Blake, desde Virginia Woolf hasta Ausiàs March. El hecho interesantísimo de que sean tantas y tan diferentes las personas que abordan los análisis (filósofos, escritores, poetas, catedráticos, traductores, novelistas) permite que el vademécum sea proteico, más valioso y más enriquecedor para quienes lo consulten. Y los juicios y anécdotas que sobre los grandes de la historia de la literatura se vierten en sus páginas resultan impresionantes. De Dante, por ejemplo, nos dice Raffaele Pinto (Universidad de Barcelona) que «su discurso parece brotar inmediatamente de su individualísima experiencia, como si el lenguaje de la literatura le perteneciera de forma natural» (p.90); de Desiderio Erasmo (Erasmo de Rotterdam) nos explica el profesor Jaume Medina (Universidad Autónoma de Barcelona) cómo, además de ser personalidad cultural de primera magnitud, fue también hombre de carácter: rechazó el nombramiento de cardenal que le proponía el papa Pablo III (p.173); del cáustico, hipercrítico y genial Voltaire explica Josep Ramoneda que sus ojos «no juzgaban todo de la misma manera: era menos complaciente con el cristianismo que con ciertos déspotas, a los que exaltaba sin reparar en sus desmanes, como Luis XIV, Pedro el Grande de Rusia o el propio Federico II» (p.376); de la inglesa Jane Austen asevera la profesora Pilar Hidalgo (Universidad de Málaga) que fue «un caso anómalo dentro de la novela universal. Puede que ningún otro gran novelista haya utilizado materiales tan limitados ni escenarios tan circunscritos» (p.516); el maravilloso Fernando Savater se extasía comentándonos que «abrir un libro de Stevenson es como recuperar los sábados por la tarde de nuestros años colegiales: algo prometedor, incitante, nostálgico, misterioso, nieve nunca pisada y, sin embargo, algo familiar, recurrente, confirmador, íntimamente exaltante de lo que en nuestros mejores momentos creemos que somos» (p.728); Basilio Losada define al ciclópeo Fernando Pessoa diciendo que representa «la figura de uno de los grandes creadores de nuestro tiempo, y quizá también de uno de los profetas del porvenir» (p.987); y Enrique Murillo (me estoy limitando a anotar algunas leves pinceladas de un tomo que se acerca a las 1200 páginas) explica que «el océano Faulkner está, así pues, rodeado de costas escarpadas, farallones amenazadores, oscuridades compactas. Sólo el lector paciente, por lo tanto, logrará penetrar en esa inmensidad» (p.1024).
Ningún lector, por especializada que sea su curiosidad literaria o por raro o lejano que sean el estilo o el país que disfrute de sus preferencias culturales, se encontrará con laguna digna de mención en este prodigioso compendio, cuyos capítulos (y cedo la palabra al editor de la obra) «significan por ellos mismos una selección que nada tiene de arbitraria: corresponden, por así decirlo, a un determinado canon que no dudaré en calificar de sensato, conservador en cierto modo, y hasta tópico» (p.15). En efecto, es así. La editorial Cátedra ha tenido el notable buen gusto de poner esta obra monumental al servicio de los lectores de habla hispana para que seamos capaces de regodearnos con los poemas que se van intercalando en el texto, aprender anécdotas sobre Balzac, Dickens o Montaigne, perfeccionar nuestras sabidurías sobre Elias Canetti o Ezra Pound y, en fin, degustar lo mejor de los mejores, de la mano de los especialistas más avezados en su obra y en sus vidas. ¿Se le puede pedir mucho más, realmente, a un libro?


Rubén Castillo

Blog del autor