Nunca a nadie le habló de los rigores de aquella partida, y desde entonces a esa luz blanquecina que se regala cada día a sus ojos a primera hora de la mañana, le suplica el olvido y el silencio. El silencio que solo existe en la imaginación de los hombres que como este, tiene cosas para olvidar.
Nunca más. Por Cristina Flantains
Nunca a nadie le habló de los rigores de aquella partida, y desde entonces a esa luz blanquecina que se regala cada día a sus ojos a primera hora de la mañana, le suplica el olvido y el silencio. El silencio que solo existe en la imaginación de los hombres que como este, tiene cosas para olvidar.
Marcar el enlace permanente.