Bajo la fresca mata – el adivino-
lanza estridentes notas hacia el viento;
es su techo y su luz, el firmamento,
lo acompañan los sapos del camino.
No tiene instinto cruel, ni es traicionero,
vigila sigiloso en su maraña;
al mínimo sonido, él siempre extraña,
y es su vestido tinte carbonero.
Pequeño cantarín, que sin colores,
alegras los senderos… ¡Quién pudiera
lanzarlos como tú, de mil amores!
Si por siempre tu canto enmudeciera,
¡qué sería del campo y de las flores!
cuando empiece a brotar la primavera.
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Autor: Juan A Galisteo Luque
Blog del autor.
Me encanta el poema, pero debo estar espesa hoy porque no adivino. Ser
Ser
Exactamente, es el grillo, un insecto que
Bonita descripci