Alberto López Aroca. Por Ricardo Pérez Hernández

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Sherlock Holmes, un poco más cerca con Alberto López Aroca

Escritor de género, arriesgado en sus tratamientos formales y conceptuales, demuestra que la autoedición literaria es rentable si el producto es bueno. Tras una trayectoria definida por el suspense y el terror, profundiza en la figura de Sherlock Holmes con el ensayo ‘Cuadernos de bitácora del Matilda Briggs’.
A pasionado por la literatura de suspense y terror, lo demostró en trabajos previos como A por cadáveres o Nadie lo sabrá nunca, Alberto López Aroca estudia con pasión vida, aciertos y desventuras del famoso investigador, hijo de Conan Doyle, Sherlock Holmes, protagonista del ensayo que acaba de publicar bajo el título Cuaderno de bitácora del Matilda Briggs.

—Cuaderno de bitácora del Matilda Briggs. Un título, cuanto menos, inusual.
— Es una referencia en un relato de Sherlock Holmes, ‘El problema del puente de Thor’. La confusión sobre quién o qué es Matilda Briggs aparece en el cuento; Holmes le dice a Watson, que era muy mujeriego: «Watson, en contra de lo que está usted pensando, Matilda Briggs no es el nombre de una mujer joven sino que se trata de un barco que está relacionado con el caso de la rata gigante de Sumatra, un caso para el que el mundo aún no está preparado». Y esa es toda la información que tenemos. Sin embargo, como explica el primero de los ensayos de este librito (booklet lo llaman en inglés), Matilda Briggs sí era el nombre de una mujer. Existe un caso, no sobrenatural pero sí chocante: el caso del Mary Celeste. Era un barco que, en 1872, apareció cerca de Las Azores sin tripulación, los platos puestos en la mesa, el cuaderno de bitácora en su sitio… pero estaba completamente vacío, sin señales de lucha o de naufragio. Fue un misterio notable en su época y no se llegó a resolver. De hecho, el mismo Conan Dolyle elaboró teorías al respecto. La madre del cordero es la siguiente: el capitán de ese barco se apellidaba Briggs y tenía una hija, que se llamaba Sofía Matilda… Briggs. Parece claro que Conan Doyle cogió esta referencia y, en contra de lo que Colmes dice a Watson, Matilda Briggs era el nombre de una mujer.

—Hablemos del movimiento Sherlockiano. ¿Qué es?
— Es un movimiento que existe casi desde que Conan Doyle se sacó de la manga a Sherlock Holmes. Empezó hacia 1911 con un señor, más concretamente un monseñor, monseñor Ronald A. Knox; escribió un ensayo acerca de la literatura relacionada con Sherlock Holmes y trabajaba con la tesis de que era un personaje real y quien escribía los textos era Watson. Ese estudio se publicó en vida de Conan Doyle y es la piedra angular de todos los estudios sherlockianos que han venido después.

—¿Dan de sí 60 historias para realizar estudios y ensayos?
— Sí, porque Doyle no era especialmente cuidadoso con sus textos de Sherlock Holmes; hay una cantidad de contradicciones, erratas y elementos que no cuadran que da mucho de sí para el investigador o aquella persona que quiera entretenerse en cuadrarlo todo. Por ejemplo, cuadrar cuándo estuvo casado Watson realmente porque aparece, indistintamente, casado, soltero, viudo, viviendo con Holmes, viviendo con su mujer… no se sabe muy bien dónde está en realidad.

— Hay otro concepto que despierta mi curiosidad: mitología creativa.
—La mitología creativa tiene dos partes. Tratar hechos ficticios –por ejemplo los literarios- dándoles el rango de hecho real y, otra, tomar la consecuencia de esto. Si trabajas esos supuestos como reales, encuentras que todo transcurre en un mismo mundo, que es el nuestro, con lo cual se puede interactuar y encuentras a Holmes con Freud, Fu Man Chú y el Capitán Nemo. Interactúan personajes que se suponen ficticios con personajes reales.

—En este trabajo te desligas de tu trayectoria anterior referente a los relatos de misterio y de terror como los de ‘A por cadáveres’ o ‘Nadie lo sabrá nunca’. ¿Sorprenderás con ello al lector?
— Pues no lo sé, supongo que sí; por lo menos no es lo que se supone esperan de mí quienes me hayan leído antes. Pero, claro, no tengo la costumbre de andar dándole el gusto al público. Pero no es por nada, es tan sólo que procuro hacer algo que me satisfaga a mí. Tengo presente al lector pero es que me apetecía hacer esto, lo
he hecho y… ya está. ¡¿Qué vamos a hacer?!

—¿Por qué te juegas la pasta autoeditando tus libros?
— No me la juego, creo en mi obra. Hasta ahora mismo, prácticamente todo lo que he hecho en libro lo he editado yo a través de Fábulas Extrañas Ediciones. Pero no me juego la pasta, te lo aseguro, gano dinero. Probé en una ocasión para ver qué pasaba con ‘El placer según Mateo’ y me quedé sorprendido porque se agotó en el primer año. Todavía me lo siguen pidiendo y tengo pensado reeditarlo ahora porque creo que ya ha pasado un tiempo prudencial desde que se agotó.

—¿Cuál es tu meta literaria?
— Mi meta es vivir de escribir y poco a poco se va consiguiendo, pero hay que hacer muchos bolos, trabajar para la prensa, corregir libros… ahora mismo acabo de terminar unos guiones para el programa Cifras y Letras… te tienes que buscar la vida. Algo que tengo en mente, pero sin contraprestación económica, es escribir guiones de radio teatro, modelo que se ha recuperado recientemente.

—¿Cómo valoras la labor editorial y los apoyos de las instituciones de Albacete?
— Por decirlo de una manera sensata, diré que son paupérrimas. ¿Cuáles son los apoyos actuales? ¿La Diputación sigue editando? ¿Cuándo editaba lo hacía bien? Pues regular. Un referente es Barcarola, una isla absolutamente endogámica, enfocada exclusivamente al exterior , que me parece muy bien porque tampoco creo que tenga que ser una cosa de Albacete en el sentido más paleto de la palabra, pero creo que -a la vez- es lo más paleto por centrarse sólo en lo de fuera. Entiendo que hay dos tipos de paletismo. A: lo nuestro es lo mejor. B: lo de fuera siempre es mejor que lo nuestro. Pues a ver de qué patetismo está hecho Barcarola. Esto no es una queja, estoy haciendo una descripción. Digo lo que yo creo que hay y creo que soy bastante objetivo en este sentido; no hay más que coger cualquier índice de Barcarola.

Ricardo Pérez Hernández

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