Desayunos. Por Paula Muñoz

Recién abandonas ese mundo, vuelves a la quietud de tu cama por unos instantes, y abres los ojos. El mundo real. «Voy a tomar algo ligero que llego tarde.» O mejor aun: «seguro que le encantará un café con leche en la cama.» «No me apetece tomar nada, pasé una noche horrible.» Prefiero poner pan a tostar, calentar un poco de leche y llevarlo al sofá bañado de sol matutino. Allí lanzar unos cuantos cereales al pozo de mi vaso, y poco a poco ir poniéndolos a salvo tras mis labios. Pero para algo muy curioso: algunos están crujientes al… Leer más

Pauland. Por Paula Muñoz

-Descríbeme todo lo que veas- dijo el ciego. -Aquí hay una casa, un coche, un perro… -¡No! Así no. Describe la casa, si tiene jardín o no, el color del coche, que raza es el perro -¿cruza la calle o roe un hueso?- quiero saber todo acerca de donde paseamos. Hazlo como a ti te gustaría que lo hicieran si no pudieses ver más la belleza de la Naturaleza. Como si yo te dijera el nombre de un lugar que no conoces: Pauland. No tienes ni idea de cómo es, pero te encantaría saberlo, ¿verdad? -Sí. -De acuerdo, pero si… Leer más

El zumo del juego. Por Betty Badaui

Fenia, vino Adelón. Comimos, bebimos, nos bañamos, hicimos el amor… Y tengo deseos de llorar. ¿Recuerdas, Fenia?, nos disputábamos sus cerezas, hicimos un pacto…, y te gané, Fenia. Al menos, eso creímos. Adelón hacía escala en tus ojos de fuego, con ellos marcaste su cuerpo que fulguraba de placer; yo también era de fuego, hermana, buscaba los frutos del bosque y los ordenaba primorosamente para levantar castillos jugosos, palpitantes; con verdes pisos y maduras ventanas. ¡Cuántos castillos pisoteé mientras contemplaba, furiosa, cómo chorreaban los jugos azules, granates, naranjas, verdes… Me acostaba ardorosa sobre los ácidos o dulces zumos mientras tú,… Leer más

El nido de los loros. Por Dorotea Fulde Benke

En el nido de los loros verdes, ¿regirán reglas de cortesía? ¿Habrá turnos de visita, para comer, poner huevos o hacer el amor? La verdad es que son loros chillones, hasta el verde de sus plumas es eso, chillón, y sus voces roncas penetran en la siesta, perforan el ruido de los motores de la autopista cercana, proclaman a todas horas del día –porque ¡benditos sean! son aves diurnas que tan pronto caiga la noche observan un silencio absoluto– su hazaña de colonizar una parte de la costa andaluza viniendo de otro continente. ¿Cómo dices? ¿Que estoy obsesionada con los… Leer más

Amigos. Por D. Alcaraz

Esa noche estaba fatal, las paredes de su piso hipotecado parecían moverse lentamente queriendo atraparlo, las ventanas aparentaban achicarse y no paraba de fumar. Además llovía y hacía ese frío húmedo que cala hasta los huesos en las ciudades mediterráneas. Así que no se le ocurrió otra cosa que hacer lo de siempre en estas situaciones; ir al sitio de bebidas más próximo, apalancarse en un taburete y tomar los gin-tonics necesarios para dejar de pensar en ella. Ella es Rosa. Juan y Rosa nacieron casi al mismo tiempo y fueron vecinos durante varios años. De niños eran inseparables y… Leer más

En el país del «ensueño ideal». Por Mar Solana

Un buen día, Soberbia e Ingratitud, cansadas de dar vueltas siempre por el mismo sitio, llegaron a un curioso lugar en donde el sol refulgía con fuerza y no asfixiaba. El cielo, de un azul interminable, se precipitaba sobre las casas como una bóveda protectora. Allí, lo diferente no llamaba la atención, se integraba con naturalidad en el irregular conjunto de los ciudadanos que lo habitaban. Algunos tenían alas, otros grandes hocicos en lugar de nariz y la mayoría exhibía un cuerpo tan peculiar como el de los monstruos que pueblan nuestros sueños. Soberbia e lngratitud no tardaron en percibir… Leer más

NIños grandes. Por Maribel Romero Soler

Querida Yolanda: Sé que todos opinan que nuestro amor es un chiste, un juego de tontos, la burla que el destino tiene reservada a dos seres como nosotros, niños grandes, hombres y mujeres de algún planeta desconocido. Tú ya has cumplido los treinta, yo sólo tengo veintidós, pero no importa. La diferencia de edad no es la encargada de escribir la historia de amor entre dos pobres retrasados, esa historia la escriben los besos, los que nos robamos a escondidas en el patio del Centro Especial, a espaldas de los cuidadores, esos besos que encienden tus mejillas y ponen al… Leer más