Che Guevara vive en Ucrania. Por José Fernández Belmonte

Cuando todo el mundo lo daba por muerto y enterrado, yo estoy en condiciones para demostrar que Ernesto Guevara, más conocido como Che Guevara, sigue vivito y coleando. Todo lo que sucedió en La Higuera, una pequeña población de Bolivia, allá por el año 67, fue un montaje urdido, posiblemente, entre la CIA y el KGB. Aturdido con un cóctel de psicotrópicos, esposado y metido en un saco de dormir que olía a pies, en el vientre de un viejo Antónov, voló rumbo a Ucrania donde le esperaban para curarle el catálogo de heridas que traía por toda su admirada… Leer más

Tribulaciones de una marmota hembra. Por Rafael Borrás Aviñó

        Si vives sola en un caserón decimonónico lleno de oscuridades, con el tiempo te vuelves a la vez infantil, avejentada y un poco obsesiva. Si pasas el invierno sin apenas recibir visitas, te refugias en el cubil y, como las marmotas, no asomas el morro hasta que olisqueas la llegada de la primavera. Si llevas más de veinte años divorciada, escasean las ocasiones de compartir una taza de té negro y unas pastas mirando los concursos de la tele, y un día te sorprendes contestando al aire y el siguiente riendo sin motivo, como una perfecta tarada, acabas… Leer más

Prometido. Por Javito

Viernes, tres de julio, seis treinta de la mañana. Eric ya está acostado, durmiendo como un niño. Y borracho como una cuba. He tenido que acompañarlo hasta su casa, despertar a Lola y, entre los dos, llevarlo a la habitación, quitarle los zapatos y meterlo en la cama. ¡Me lo has prometido! le oí gritar desde el fondo del pasillo. Probablemente pasará un año antes de encontrarnos de nuevo. Hasta el verano que viene. Hasta el próximo dos de julio. En realidad, Eric no se llama Eric. Lo inscribieron como Servando en el Registro Civil. Ingeniero Técnico Industrial. Proyecto Fin… Leer más

Los niños perdidos. Por José María Araus

           Cuando el mago pidió que alguien del público subiera para ayudarle en su  número, el pequeño Martín,  de ocho años, se presentó voluntario. Después de un ceremonioso recibimiento por parte del artista y los aplausos de la gente, el prestidigitador lo metió bajo una capa, y tras unos grandes aspavientos y palabras extrañas, lo hizo desaparecer.             Martín se encontró volando sobre un desierto, y poco a poco fue bajando a tierra. Sentado en una roca estaba desconsolado, pensando cómo volver, cuando oyó un ruido a su espalda. Un niño rubio  con el  pelo revuelto estaba allí mirándolo, a… Leer más

PATAPALO. Por Rafael Borrás Aviñó

 Al sentarse, le surgía por encima del calcetín una pierna de madera de un ocre almendrado, y a él no parecía importarle que se le viera. Su nombre real era incierto, por mucho que firmara como Julio Perales. Nada raro: vaya usted a saber…, oliendo aún las calles a la pólvora de la guerra civil, ni casi nadie era quien se llamaba ni casi todos tan honrados como presumían. Vino de no se sabe bien dónde, apareció instalado en la casona de unos republicanos que escaparon mientras los nacionales aplastaban en las afueras las últimas resistencias, y pronto comenzó a… Leer más

La mujer ¡OH! Por José María Araus

Como es de todos conocido, Étienne Fleury Vuitón, Barón De La Andeville, fue el hombre más seductor de Europa en el París de la época de entreguerras, hacia los años treinta del pasado siglo. Sus conquistas femeninas abarcaban todas las esferas sociales y todas las edades, pues para él la mujer era el único ser que consideró digno de admiración, y a ellas dedicó la mayor parte de su vida, tal vez por eso, tantas mujeres lo amaron tanto. Francoise de La Brune, sobrino nieto del Barón y poseedor de su biblioteca, guardaba entre sus libros y documentos la correspondencia… Leer más

Sin más confeti del necesario. Por Rafael Borrás Aviñó

Mira por dónde, tal vez las vacas flacas nos sirvan para rebobinarnos hasta algunas lejanas noches de Año Nuevo, noches irrepetibles en blanco y negro, sin un duro, sin pavo al chilindrón, caviar de beluga ni anuncios de burbujas. Sin histéricas compras de última hora ni jolgorios etílicos. Sin más confeti que el estrictamente necesario. Cuando la casa quedó en silencio después de la fiesta, noté enseguida que no iba a ser fácil coger el sueño. Acababa de cambiar de año sin cambiar siquiera de loción de afeitado. Pues vaya… Empujé la puerta del tiempo y me vinieron a la… Leer más