Mana de la tierra, de su profunda entraña
desde el día milagroso que fue la vez primera
haciendo del otoño bacante primavera
con el hondo misterio de magia soterraña
Se inventó él solo, el vino, ni Baco ni Noé;
el solo en la madura banasta de racimos
ensuciado de polvo, de la tierra y sus limos
empezó su milagro: primigenio aguapié
y un pájaro de canto, de vuelo, de aventura
picoteando las uvas rezumantes de mosto
descubrió la alegría del otoñal magosto
y convirtió en canción los posos de amargura
desde entonces los hombres supieron del consuelo,
que mana la alegría y que apaga el dolor,
y pudo cada hombre ser pájaro cantor
y remontar al cielo, sin volar, desde el suelo
todo por fantasía y milagro del vino:
comprendiendo por eso que aquello era “divino”.