107-Informe de descargo. Por Christofer Johnsson
- 7 julio, 2011 -
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Fui concebida con el esmero y el cariño que marca el Reglamento General de Armas. La fabricación en serie me asignó como nombre propio un número por el que nunca me llamarían y una única razón a mi existencia, la de matar, si bien otros expondrían la de proteger. Y, sin embargo, desde mi cuna yo, como bala del calibre 9 mm Parabellum de punta redonda, siempre he creído que podría hacer algo más que perforar cuerpos con vida orgánica.
De forma oficial, la fábrica madre solía surtir a las fuerzas del orden, no obstante, mi camino como excedente fue otro no tan legalizado.
Un traficante de poca monta le compraba por la puerta de atrás. Aquel día, probablemente como era costumbre, quiso comprobar que el producto estaba en buenas condiciones. Una a una nos cogió a mí y a mis semejantes con sus manos rugosas y sucias, cargó una Browning GP-35 e hizo un disparo. A continuación el mecanismo de la pistola me ubicó en el cañón, desde donde pude ver el exterior y así conocer al siguiente comprador días después. Era un hombre elegante con guantes de cuero que una vez hecha la compra guardó el arma en una funda oculta tras su traje.
Cuando la desenfundó advertí que nos encontrábamos en un angosto callejón y que al frente teníamos a una mujer que blandía otra semiautomática.
Una explosión me liberó de mi vaina haciendo que me moviera de forma giroscópica. Penetré poco a poco en su pecho, aquellas texturas me abrían paso con suavidad. Atravesando una costilla como único obstáculo, acabé mi trayecto rodeada de alveolos pulmonares. La sangre recorría la autopista que yo le había dejado preparada e iba obstruyendo las ramificaciones de los bronquiolos. Aquello se movía de forma arrítmica. Cada vez menos aire y más ganas de vivir. Sufrí con aquel cuerpo el goteo de vida que se le iba escapando. Odié aquel destino que me habían elegido y que tenía que acatar.
Cuando me extrajeron del pulmón encharcado de aquel cadáver no podía siquiera imaginarme qué interés podría tener nadie en mí después de haber sido usada. Más tarde lo comprendí.
En el juicio el fiscal me mostraba como prueba número uno en una bolsa transparente con cierre hermético, desde donde podía ver al asesino y también a quien me compró por vez primera y posteriormente me introdujo en la pistola. A continuación enseñaba la segunda y tercera, el arma y mis compañeras que no llegaron a ser disparadas. Por último el informe de balística como la cuarta.
Al policía que investigaba el caso, después de buscar en el mango y en el gatillo, se le había ocurrido examinar la munición, donde se hallaron las huellas dactilares del procesado. Con todas las pruebas, alegatos de testigos, que no había visto antes, quizá por mi corto alcance desde aquel tubo metálico, y el juego de los letrados acabado, el jurado se retiró.
Fue entonces cuando entendí cómo estaba organizada la sala, quién estaba en el banquillo de los acusados, quién estaba como público, y a su vez, el grave error que se iba a cometer. Solo nos había tocado el traficante de poca monta y no el asesino quien sí se hubo preocupado de usar guantes en todo momento. Únicamente pude pensar en la idea que un artista había tenido para una de sus historias, un mecanismo por el cual cuando se disparaba un arma una muestra de sangre se almacenaba en la bala y que me hubiera dado la capacidad de testificar mediante el informe de ADN. Pero si esto se hubiera llevado a la realidad los fabricantes de armas habrían dejado de prosperar.
Así pues se condenó al inculpado. Y con otro crimen resuelto se me relegó a un almacén de pruebas sin más labor que aportar. Me hubiera gustado nacer en otro lugar.
107-Informe de descargo. Por Christofer Johnsson,
Escoger un objeto inanimado como protagonista de un relato permite estructurarlos desde un punto de vista original y casi siempre atractivo. Éste es uno de esos relatos, en los que, además, ese protagonista relata en primera persona aunque se trata de una bala de las de verdad.
Hay que saber hacerlo.
Una escritura sin fisuras. Me gustó.
Un relato que me recuerda una escena de la película Lord of War, de Andrew Niccol, protagonizada por Nicolas Cage (pésimo actor por estos tiempos).
Lo que, a primera vista, percibí como un error, derivó en un recurso del autor para lograr una historia mejor, más profunda. Bien por la estructura y la brevedad. Bien por no caer en el discurso manido.
Es una historia original desde el punto de vista del narrador. Buen enfoque.
Suerte
Una verdadera estupidez…
Es lo que opino, y no siento el indicárselo porque, si le diese «coba», aparte de mentirle, no aprendería…
Es lo que tiene haber nacido bala del calibre 9 mm Parabellum de punta redonda, aunque eso hubiera dado igual, la finalidad de todas las balas es la misma se nazca donde se nazca. Mejor en una vitrina.
Una historia cuanto menos curiosa y diferente.
Mucha suerte.
YA LO DICE DIMANCHE: UNA HISTORIA CURIOSA Y DIFERENTE. A MÍ ME GUSTO…SUERTE.
Diferente, lástima que en este concurso se prefieran los costumbrismos y empalagos, en vez de apostar por cosas nuevas, más innovadoras. Mucha suerte, está muy bien escrito.
Es una idea «graciosa» en cuanto al protagonismo de la bala. Que no sea un texto que destile literatura, pues tampoco ocurre cuando el tema es más que repetido.
Suerte
Un punto de vista original.
Suerte en el certamen