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268- Radicales libres. Por Viento Solar

Una vez más siento el nudo en la garganta, la sequedad en la boca, las palpitaciones y esa conocida sensación de presión en el pecho que casi no me deja respirar. No  me va a dar tiempo. Es una locura intentarlo, pero tengo que hacerlo. He de reaccionar y no me queda otra alternativa que enfrentarme a este reto. Aquí y ahora, sin  posibilidad de hacer un pacto con mi reloj, que no hace ruído, pero que silenciosamente se hace testigo de esta cuenta atrás. 

 Poco a poco siento como mi cuerpo refleja mi estado mental: noto como mis manos empiezan a temblar ligeramente y se hacen más torpes, mi estómago produce demasiado ácido y temo que tras mi ojo izquierdo comience uno de esos terribles dolores de cabeza. De repente, me  recuerdo a mí misma que soy yo la que debe dominar a mi  cuerpo y  no viceversa. Necesito hacer algo para sentirme mejor. Lo primero es contolar mi respiración: tengo que vaciarme completamente presionando mi ombligo hacia mi columna y dejar que mi cuerpo me obligue a tomar nuevamente el preciado gas que necesita para sobrevivir. 

Acabo de oír unas voces en la escalera. Podrían ser ellos, pero espero que no lo sean. No, no pueden ser ellos, pero si lo fueran…Escucho atentamente los pasos que se acercan más y más, pero pasan de largo. Menos mal. Parece que he tenido suerte por ahora. Christian no me ha dicho cuando vuelven, pero creo que dispongo, como mucho, de una hora. Sigo pensando que es una locura el intentarlo siquiera, no me siento preparada,  pero también sería una locura el no hacerlo.

    Odio el encontrarme una vez más entre la espada y la pared. Ojalá pudiera evitar el sentirme siempre tan culpable, pero esta vez no voy a permitirme a mí misma el tirar la toalla sin haber luchado. Si no lo intento ya habré perdido. No se trata de un reto cualquiera. Esta vez  se trata de una meta propia, una asignatura pendiente que ha esperado más de dos décadas para hacerse realidad y por ello he de aceptar las circunstancias y simplemente hacerlo lo mejor que pueda. He de tomar la vida como viene.

  Recuerdo cuando hice las pruebas de la selectividad.Siempre he sentido pánico a momentos en los que te juegas tanto, pero en esas ocasiones, como en ésta es el amor el que vence al miedo. Mi amor, esa es mi arma.Una vez más será el amor el que me ayude a enfrentarme a mis miedos, a mis inseguridades, a mis limitaciones. Una vez más me dejaré guiar por el amor y todo saldrá bien. 

Ahora me concentro en el amor. La palabra amor,  mi mantra. Respiro con amor. Pienso con amor. Trabajo con amor. Amor. Respiro. Amor. Respiro. Amor. Música. Amor a la música. Siempre que pienso en el amor pienso en la música. Pensar en música me hace recordar a Byron susurrándome al oído “Feel free!!” mientras me entregaba un papel en el que había escrito el nombre de su hotel y su número de habitación. Tantas cosas han pasado desde  aquella noche mágica e inolvidable en el A-Trane. El revivir una vez más  aquel precioso momento  me va a ayudar  a superar éste. El pasado y el presente se mezclan en mi cabeza y vuelvo a sentir la energía y el poder que el miedo al fracaso me había robado por unos momentos. 

 La música que mejor me puede  inspirar en este instante es la de Byron. Gracias a internet  le puedo escuchar y ver en este preciso instante en el que tanto le necesito. Le imagino tocando su guitarra en su carísimo apartamento de su Nueva York natal, tan sonriente y hermoso como siempre, mientras entro en  su página web, con la misma facilidad con la que él entró y salió de mi vida, sin despedirse, pero dejándome el mejor de los recuerdos: buena música y buen amor.

  Suenan las primeras notas y vuelvo a maravillarme del poder que la música tiene sobre mí. En un instante me ayuda a transformarme de nuevo en la mujer, segura de sí misma,  rebosante de ideas y de ganas de vivir mientras me concentro en  la poderosa energía que me transmite su voz y su música. Siento su poder. Siento mi poder. Escucho: “Life starts today” . La vida empieza ahora, el amor empieza ahora, ahora. Ahora es el momento, mi momento. El presente es un regalo, de ahí le debe venir su nombre. 

 Termina la canción, todo se queda en silencio. Una llave, escucho una  llave. Salgo de mi trance y la cruda realidad me salpica en la cara como un cubo de agua helada. Lo había olvidado completamente. Son  Christian y su preciosa hija. No,  no viene con  su hija como esperaba. Reconozco a esa mujer. Intento recordar su nombre…Anne, creo que es Anne, su amiga de Bremen, la de la foto con la máscara veneciana. Es más bonita de lo que pensaba y parece simpática. No puedo disimular mi nerviosismo. No sé qué cara poner. Me siento como desnuda y, lo que es peor, sin maquillaje. Menos mal que estoy en Alemania, aquí normalmente no me importa tanto el qué diran, pero ahora  me siento como una intrusa, como una molestia. Intento sonreír  y poner buena cara al mal tiempo.

  Ella también luce una sonrisa incómoda mientras se hacerca hasta  mí y me estrecha la mano sin fuerza, como si tuviera miedo de romperme. Miro a Christian que se ha quedado apoyado en el marco de la puerta, sin entrar y siento otra vez el pánico subiendo desde mi estómago hasta mi garganta. El miedo me anula la voluntad y la alegría que hace sólo unos instantes me llenaban. Vuelvo a encontrarme en mi lucha interior, donde una parte de mí quiere satisfacer a todo el mundo y la otra reclama que dedique más atención a mis propias necesidades e intereses. 

  Seguro que él ha estado intentando localizarme toda la tarde para decirme que no venía solo. Me niego a  empezar disculpándome. Odio sentirme como si me hubiera pillado con las manos en la masa. No quiero reconocer, y menos  en presencia de esta desconocida,  que vuelvo a tener la culpa de que las cosas no salgan a su gusto, sólo porque he vuelto a olvidar mi móvil en casa de Alex y porque  además yo también haya hecho mis propios planes sin contar con él y sus necesidades, para variar.

Mirándole más detenidamente, me doy cuenta de que la mímica de su cara no refleja exactamente mis temores. No parece tan enfadado,  sólo algo molesto. No,  molesto no es la palabra, sino más bien expectante. Creo que está esperando una explicación, así que lo mejor es que me apresure a justificar mi necesidad imperiosa de encerrarme en mi despacho durante las próximas horas. Espero encontrar la manera de hacerle entender mi perspectiva de la situación, así que he de buscar cuidadosamente las palabras adecuadas, pero en mi estado se me hace más difícil expresarme en este idioma tan poco mío. Escuchándome a mí misma, me avergüenza ver que aun puedo cometer los errores gramaticales más básicos cuando estoy tan nerviosa como ahora y el pensarlo me desconcentra más, si cabe  y vuelvo a meter la pata, una y otra vez. He de hacer algo para romper el círculo vicioso. Hace mucho rato que necesito orinar y de paso intentaré tranquilizarme. 

 El wc siempre ha sido mi lugar preferido para la reflexión, para volver a encontrar mi centro, mi paz interior. Aquí sentada, a solas, escuchando el murmullo del agua que sale de mí me relajo automáticamente. Ahora he de volver a salir y enfrentarme cara a cara con la situación, pero creo que es una causa perdida. De todas maneras, por preguntar que no quede. Por lo menos  me quedaré tranquila sabiendo que puse todo de mi parte, me arriesgué y no tendré que mortificarme con mi superdesarrollado sentido de la culpabilidad, por haber dejado pasar una vez más una oportunidad de oro para sentirme más realizada y mejor conmigo misma.

  Ya no están en el despacho. Estaría bien que se pusieran a cocinar. No me había dado cuenta de que no he comido nada desde el desayuno. Ella parece estar despidiéndose. Realmente tiene un acento muy diferente al berlinés, me cuesta bastante entenderla, pero por lo visto sólo quería pasarse a recoger el cojín en forma de oveja que Christian  le había prometido la última vez que cuidó de su hija.  Menos mal. Cuando ella se vaya, le contaré todo tranquilamente y seguro que acepta. O tal vez no. Cualquiera sabe. Creo que nunca seré capaz de preveer su reacción. Su manera de pensar me resulta tan indescifrable, como le resulta a él la mía, pero nos queremos mucho. El amor también me ha motivado durante todo este tiempo a seguir intentando comprender su idioma, su cultura, su estilo de vida, su manera de pensar y de sentir. Ha pasado ya una década y seguimos intentándolo, día a día. 

 Ella parece  mucho más joven con la oveja bajo el brazo. Christian la acercará en coche y luego ha decidido pasarse a visitar a su ex. Perfecto. No siento celos,  ni desconfianza. Me siento feliz  al comprobar que una vez más me he comido el coco más de la cuenta. Ni siquiera he de preocuparme por molestarle. Él se va contento por tener la posibilidad de visitar a su querida Maya, habiendo dejado a su hija con su madre. Yo me siento feliz de poder ponerme a escribir el relato, sin tener que pensar en preparar la cena, acostar a Lily, leerle un cuento, discutir con Christian sobre mi necesidad de soledad y de aislamiento del mundo exterior durante los últimos meses, para poder concentrarme en mi novela. Creo que se siente celoso de mi escritura.  

 Ahora sólo me queda esperar a que me llegue la inspiración y rápido, porque en pocas horas termina el plazo de entrega. No puedo creer que vaya a presentarme a un certamen con un escrito creado en un par de horas. Siempre he esperado a la noche anterior a los exámenes para empollar, pero esta vez es diferente. Ya no tengo la práctica y la agilidad de ideas, ya no soy tan rápida, porque necesito reflexionar durante más tiempo. Además, después de tantos esfuerzos para poder alardear de ser un “pedazo de políglota”, resulta que ya dudo en todos los idiomas y no domino ninguno al cien por cien. Pero he de pensar en otra cosa, porque así voy por mal camino.

    Lo primero que necesito es un buen título, algo diferente. Un título fuerte, que me inspire. Un tema  como la libertad. Libertad. Libre. De repente me viene a la cabeza el programa de la BBC sobre cosméticos que hablaba de los efectos de los radicales libres en nuestra piel. Me gustan esas dos palabras juntas. Radicales y libres. Quiero ser radicalmente libre:  libre de los prejuicios, de los miedos infundados, de la sensación de perpetua culpabilidad, de mi sobrevaloración de las opiniones ajenas sobre mi persona, de mis inseguridades. Voy a titular mi relato así: “Radicales libres. “ Y ahora a enfrentarme con la página en blanco. Aquí sola. Libre. Radicalmente libre.