premio especial 2010

 

May 28

Cada mañana te veo. Te veo en los rostros pequeños que me rodean a las diez en punto, rostros de manos inexpertas que se empecinan en darse unos botones que se les hacen  un mundo. Algunos ya lo logran. Otros, los más, consiguen introducir en el ojal unos pocos de ellos, y el resultado es una hilera caótica en la que el botón de arriba, o el del medio, o el de abajo del todo siempre quedan viudos, desposeídos de un ojal que les pertenece, y en el que está enganchado el botón que no corresponde. Complicado mundo el de los babis, cuando sólo se tienen tres años.

Los miro a todos, uno por uno: Claudia, con sus coletas rubias amarradas con gomas de colores a juego con los calcetines; Diego, que siempre llora durante media hora, porque aún no ha aprendido  que la dolorosa separación de su madre es sólo transitoria, y a la hora de comer se producirá el dulce reencuentro, rubricado con besos húmedos de boca fresca y torpe; Iván, que se aparta en el rincón de las perchas, esperando mi saludo matutino, como un precoz enamorado; Sandra, tan parlanchina, tan risueña, con tantas ganas de comerse un  mundo al que apenas ha visto las fauces…

Y te veo, sin poderlo evitar, en todos ellos, porque todos tienen un algo, en sus maneras pueriles, que me dice que estás ahí.

“Hoy haremos plastilina”. Algunos no conocen la plastilina, porque es un material que deja un rastro grasiento sobre las superficies, y las madres están hartas de limpiar, y por ello nunca les han dado la oportunidad mágica de moldear plastilina. “¿Y eso que es, seño?” “Pues una cosa con la que se pueden hacer figuras de animales, y de flores, y de personas también”. Tengo que andarme con mil ojos, porque la experiencia me recuerda que no sería la primera vez, ni será la última, que uno de ellos se decide a probarla, con ese afán irreprimible de experimentarlo todo a través de la boca. La fase oral, dicen los psicólogos.

Y comenzamos a moldear. Estoy abierta  a la sorpresa, pues siempre hay alguno que me rompe los esquemas, esas ideas preconcebidas acerca de lo que estos pequeños pueden o no pueden hacer,  siempre hay alguno que moldea su animal preferido con una perfección extrañamente adulta, como si en su mente existiera la forma con inusual exactitud, dispuesta a brotar de un trozo informe de pasta de moldear.

A la hora del reposo es cuando tu presencia se hace tan real…Están todos tumbados en sus colchonetas, las cabezas apoyadas sobre almohadas que han traído de casa: pequeñas almohadas con motivos infantiles, con flores, con colores tremendamente chillones, sobre las que descansan los rostros sonrosados y  que acabarán empapadas de sudor de siesta y  babas inocentes. Les pongo música: intento acostumbrar sus oídos a  la belleza de las notas arrancadas al corazón de un violín, melodías suaves, que les inciten a soñar con ese mundo que aún tienen tan  cercano, un mundo de útero cálido en el que no cuenta  la gravedad, un paraíso flotante de olas suaves y bendita oscuridad. Es entonces, te digo, cuando tu presencia se hace más real, porque cuando el violín desgrana con delicadeza los arpegios más melancólicos, el alma comienza a vibrarme, y tus manos suaves y calientes me acarician las mejillas, y a continuación tus bracitos se ensartan alrededor de mi cuello, en un abrazo infinito, eterno, en un abrazo que siempre estará ahí, porque tú siempre tendrás tres años.

Me hubiese gustado verte crecer, desde luego. Me hubiese acostumbrado a la pelusilla pretenciosa que te hubiese poblado el labio superior antes de que yo hubiese tenido tiempo,  siquiera, de acostumbrarme a que crecías. Me hubiese gustado verte con unas zapatillas deportivas del número cuarenta y tres —creo que hubieses sido un adolescente muy alto—, y me hubiese gustado también acompañarte a los partidos de fútbol…o de baloncesto…o quizás a las partidas de ajedrez…Confieso que tuve tan poco tiempo para conocerte, que no sé siquiera qué deporte hubieses practicado. Y eso me ensombrece el alma, porque yo crezco contigo, con la persona en la que deberías convertirte con el paso del tiempo, pero tú te has quedado atrás, siempre tendrás tres años, y nunca podré verte de otra forma: mofletudo, sonrosado, con un chupete en la boca que te hacía salivar más de la cuenta, y ello te provocaba una irritación en la barbilla, y se te llenaba de puntitos rojos. Intentaba deshacerme del chupete, ideando mil y una triquiñuelas que siempre acababas por desbaratar, porque yo, demasiado débil, acababa sucumbiendo a tu llanto desesperado, y me decía a mí misma: “Es sólo un niño, y tan sólo pide  un chupete”.

Hay quien me pregunta, con descarada espontaneidad, por mi trabajo con los párvulos. Quieren entender lo que siento cada mañana cuando me  enfrento a esos pequeños entre los que tú ya no estás. Algunos concluirán que me he trastornado: cuando alguien pierde la razón, suele hacer cosas que escapan al entendimiento de los demás. Otros quizás piensen que soy demasiado insensible, dura como una roca. También creerán, porque no, que trabajar con los párvulos, el estar ocupada, me ayuda a sobrellevar el día a día, a no pensar en mi tragedia.

Pero todos ellos se equivocan: con frecuencia, intentamos profundizar en los demás para comprender qué los incita a actuar de una u otra manera. Nos producen especial interés –casi siempre morboso interés- las personas que, como yo, han vivido una experiencia traumática, una pérdida definitiva e irreparable. Pero por más que intentemos la introspección ajena, corremos el riesgo de equivocarnos estrepitosamente. ¿Quién ha estado en la mente de otro, para saber realmente lo que piensa?

Si todas esas personas que me analizan, observan, compadecen, o toleran, pudieran entrar dentro de mis pensamientos, seguramente dejarían de analizarme, observarme, compadecerme o tolerarme. Sencillamente, porque no hay nada más fácil, para comprender al otro, que vivir lo que el otro ha vivido.

Así sabrían que mi trabajo con los párvulos es, simplemente, un dejarme llevar, un continuar la vida como si todo siguiese igual. Mi trabajo con los párvulos es irreal, transitorio, porque acudo cada mañana en una nebulosa, y me sumerjo en una realidad etérea que huele a colonia de limón y a desinfectante,  donde todo es posible, donde a cada segundo tengo la constancia de que el tiempo no se ha sucedido realmente, y que, de pronto, te veré, allí sentado, con los demás, coloreando grotescamente una hoja de papel en blanco, a trazos gruesos e irregulares, con predominio claro del color azul — creo que era  tu preferido—para regalarme a continuación insistentes  explicaciones con tu media  lengua de trapo, hasta que me ves convencida de que el garabato que has pintado es un perro de compañía.

Y en esos momentos no me acuerdo de tu rostro repentinamente congestionado por la  fiebre, ni de la visita a urgencias, ni de aquel tiempo precioso que transcurrió contigo en brazos, delirante, quejumbroso, un tiempo en el que el reloj de la cuenta atrás estaba en marcha, y yo contaba los segundos. No me acuerdo del pediatra serio, ni de la contundencia de sus palabras cuando habló de meningitis, ni  del dolor que también él tuvo que experimentar por dentro, cuando se vio obligado a decirle a una madre que harían todo lo posible por su hijo, pero que el estado del niño revestía suma gravedad…No me acuerdo del momento final, en el que te tomaba de la mano, pero aún así escapaste de mi lado para siempre, sin yo poder retenerte…

Por eso sigo  con los párvulos, porque así, cada mañana,  te siento, te noto, te pienso, y te veo en ellos.

207- Cada mañana. Por Fernán Caballero, 6.6 out of 10 based on 47 ratings

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31 Responses to “207- Cada mañana. Por Fernán Caballero”

  1. HÓSKAR WILD dice:

    Terriblemente encantador; tiernamente duro, dulcemente amargo.
    Mucha suerte.

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  2. Hank dice:

    La naturalidad, amigo Caballero, es una de las virtudes que debemos priorizar en los relatos, y me temo que si para decir que los niños no saben abrocharse los babis se ve obligado a escribir todo esto, «Otros, los más, consiguen introducir en el ojal unos pocos de ellos, y el resultado es una hilera caótica en la que el botón de arriba, o el del medio, o el de abajo del todo siempre quedan viudos, desposeídos de un ojal que les pertenece, y en el que está enganchado el botón que no corresponde.», es que no está entre las suyas (las prioridades).
    Mención aparte merecerían expresiones similares en lo que a la falta de naturalidad se refiere, «…porque aún no ha aprendido que la dolorosa separación de su madre es sólo transitoria…» y un sinfín de adjetivos precediendo al sustantivo de turno, que lejos de embellecer el texto, lo hacen antiguo y caduco.
    Poco más puedo decirle, aunque creo que es suficiente.
    Suerte, en todo caso.

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  3. Croqui dice:

    Priorizar o no la naturalidad es una elección del autor, y depende del efecto que se pretenda conseguir, creo. En este caso, a mi entender, el tono está justificado y logra transmitir el padecimiento del narrador. Una historia cruda y terrible, contada con sensibilidad y sin sensiblería.
    Enhorabuena

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  4. Francis Drake dice:

    Más que un relato, reflexiones de una madre. Tal vez con excesivo uso de adjetivos y de imágenes.
    En cualquier caso, suerte.

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  5. Adafina dice:

    Supongo que esto toca el corazón de cualquier madre. El mío sí. A mí no me parece excesivo en nada. Cada cual tiene su forma de contar las cosas y me parece un relato precioso y lleno de sensibilidad.
    Me ha gustado mucho.

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  6. Fernán Caballero dice:

    Gracias por vuestros comentarios. La crítica es necesaria, pero no suficiente: siempre hacen mucho bien los comentarios positivos.
    Consideraré cumplido mi objetivo si alguien ha llorado cuando ha leído mi relato. Es lo que pretendía cuando lo escribí: no dejar al lector indiferente.
    Si lo he logrado, ya gané.
    ¡Suerte a todos!

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  7. Yucatán dice:

    Pues sí, yo escribo esto con la vista borrosa por unas lagrimillas que se me han saltado. Soy madre y no digo más. Me ha gustado muchísimo tu relato.
    La naturalidad. A ver. Como muy bien ha dicho Croqui, es cuestión de estilos. También Góngora podía haber dicho «era mayo» en vez de «era del año la estación florida/ cuando el mentido robador de Europa…etc». A ver quién le escribe un post de crítica.
    Pero eso sí, Fernán, repasa y pule algunas cosillas que deslucen: «porque no» (por qué no, interrogativo), especial interés-casi siempre morboso_ (no repitas interés, es innecesario), «darse unos botones» es una construcción rara, ¿no sería mejor decir «abrocharse»?. Son pequeñeces que espero no me tomarás a mal señalar, ya que te repito que me han emocionado el tema y tu lenguaje, poético y tierno sin caer en lo cursi.

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  8. Antístenes dice:

    Pues no está nada mal. Ha conseguido reflejar una situación trágica sin caer en el melodrama barato. Es posible que se encuentre en la final, a mi modo de ver.
    Suerte.

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  9. Fernán Caballero dice:

    Hola, Yucatán.
    Si estás en el concurso,lamento decirte que no te he podido encontrar. En ese caso, dime tu número de relato, por favor.
    Tus críticas no me han molestado en absoluto. Es más, sólo tengo palabras de agradecimiento, pues el «porque no» es una falta importante, que se me había pasado. Tienes toda la razón también en las demás sugerencias: estos son el tipo de coemntarios que construyen, porque ayudan a reflexionar, y mejorar.Gracias.

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  10. Hank dice:

    Hay gente que cuando acude al hospital con un dolor en el pecho, prefiere contentarse con el diagnóstico de un celador que le asegura que no son más que gases; luego viven poco tiempo, pero felices.

    A otros, por contra, no nos asusta la quimioterapia conducida por un médico si con ello mejoran a la larga nuestra esperanza y calidad de vida. Son opciones libres y soberanas, pero yo siempre opto por la segunda.

    Allá cada cual.

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  11. Violeta Nerolí dice:

    Me ha encantando…, para que más
    Suerte!

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  12. ALBA LONGA dice:

    Yo no he evitado las lágrimas, ni quería evitarlas. Curiosamente la peripecia vital de cada persona es diferente y a su vez tan parecida.
    He vivido esto que cuentas y lo he vivido en primera persona. También estuve a punto de perderlo, también nos dijeron que nos preparásemos para lo peor, lo inevitable. Tuvimos suerte y sí, ahora tiene once años y calza un 39 y está muy alto y juega al balonmano… pero todo lo que cuentas pasó por mi cabeza.
    Han pasado 9 años y ha bastado leer tus líneas para estar ahí otra vez, en urgencias, recordar los rostros descompuestos de los médicos y sus carreras mientras nosotros no entendíamos absolutamente nada.
    No puedo seguir.

    He escrito varias cosas sobre este asunto, pero se me hace muy difícil. Tú lo has manejado con absoluta maestría, y esos detalles que te critican no hacen sino recrear perfectamente un ambiente y traer una atmósfera casi olfativa pues te recreas en los aspectos sensoriales. Gracias por ofrecernos tanto.

    Sé que tendrás suerte en el concurso.
    Si quieres puedes pasarte por mi cuento, el 181. No tiene nada que ver con todo esto, pero me gustaría conocer tu opinión.

    Un saludo, todavía con la emoción encima.

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  13. Ruiz de la Muela dice:

    Un relato tierno, contado con total credibilidad. Lo he leído con agrado. Suerte

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  14. Rafael Sinenomane dice:

    Independientemente de algún error ortográfico (por qué no) y, uno que otro modismo, es una historia que sabe llegar al corazón del lector.
    ¡Mucha suerte!
    Atentamente Rafael Sinenomane

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  15. la ciudad dice:

    A mi me pareció un relato sentimental pero sobrio, bien cuidado, también pienso que puedes estar en la final.

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  16. Rafael Sinenomane dice:

    Estimado concursante:
    ante todo muchísimas gracias por haber leído mi relato, en especial, su crítica. Vea Ud., cuando escribí algunos que otros modismos, me refería a que cada hispanohablante (o hispanoparlante) tiene un modo propio de expresarse. Yo, por ejemplo, vengo de Perú, más preciso de Lima. Allí, no usamos la palabra chupete (aquel objeto similar al pezón que se da a los niños para que chupen) para el chupete, sino chupón. Para la palabra mofletudo, usamos la palabra cachetón. Es mi error, haber obviado que el certamen se desarrolla en España. Y, por tanto, la gran mayoría será de allí. Le ruego que me disculpe que no haya sido acertado mi parecer respecto a su obra. En este sentido, ésa es lo mejor que he leído de todos los relatos.
    Atentamente
    Rafael Sinenomane
    Ps. desde ya sepa Ud. que cuenta con mi voto

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  17. Yucatán dice:

    Querida Fernán, yo no concurso este año. Eso sí, leo con atención tanto los relatos como los comentarios, pues siempre se aprende algo y se disfruta al toparse con excelentes trabajos. (A diferencia de LuchoX, no puedo hacer mi «lista de ocho»: me harían falta, al menos, tres de ellas).
    Por eso, estimado Hank, cuyas críticas valoro porque no son coba gratuita, (a veces coincido con usted, otras no), si usted cree que hay que amputar, le honra su sinceridad porque su afán es el bien del paciente. Claro, que debe aceptar que haya también segundas y aún terceras opiniones.

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  18. Yucatán dice:

    Huy, caramba, no me acordaba de que soy celador.
    Será el atrevimiento que da el roce constante con los médicos.

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  19. Gárgola dice:

    Excelente relato, bien narrado y sin caer en la cursilería.
    Me ha gustado el detalle cuando la madre, por dos veces, insiste en que «siempre tendrás tres años». De haberlo escrito yo, a buen seguro hubiera repetido esa frase seis o siete veces a lo largo del relato, como un leit motiv. Y hasta lo hubiera titulado así: siempre tendrás tres años.
    Te deseo suerte en el certamen.

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  20. LuchoX dice:

    He leído bastante tarde tu relato, te dejo mi voto y espero que tengas suerte en el certamen, por cierto me llevo un poco de la tristeza que hay en tu relato pero la alegría de no haber recibido un golpe bajo en esta historia.

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  21. Luc dice:

    Con la precisión de un calco, muchos de tus lectores, madres o padres, podríamos superponer algunos episodios propios del mismo corte, en el que sufres sin cuartel masticando ese silencio interior cuando tememos por la vida de un hijo.
    O sea, que un diez para el conflicto.
    En el desarrollo y tratamiento del mismo, por largo y complejo, podríamos pasarnos horas de análisis. Y caben todos los peros, peras, ojales y botones que se quiera. En mi opinión entiendo que esto es lo de menos: es un cuento sólido y sincero, con tal bagaje emocional que ensombrece los asuntos periféricos (salvo que hubiera graves despistes de redacción, que yo no los he visto por ningún lado).
    Enhorabuena.

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  22. LUCIO ANNEO dice:

    Realmente duro a la par que enternecedor. Bella historia. Mucha suerte.

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  23. Roberta B. dice:

    No sé si es porque soy madre, o porque sé lo que es una pérdida, lo cierto es que tu relato ha conseguido llegarme muy adentro, hasta provocar que me emocione, eso para mí, lo hace bueno.
    Enhorabuena y suerte en el certamen.

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  24. LUCIO ANNEO dice:

    Te confesaré querida Fernán que yo no soy madre ni padre, sin embargo, tengo hermanos, sobrinos, primos, etc. Imagino que la intensidad del sufrimiento de los padres es soberbio y yo sí puedo imaginarlo, comprenderlo e incluso ponerme en su lugar sin tener hijos, porque yo también amo. Tu historia no es el cuento de una mamá frustrada, es un relato que refleja una parte importante de nuestra humanidad, de la de todos nosotros. Nuevamente te deseo la mejor de las fortunas.

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  25. minerva dice:

    Voy a repetir la misma frase pero: «Yo también he llorado al final». Y no sólo eso, me ha parecido un relato estremecedor a la par que tierno.
    Mucha suerte.

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  26. Arponero dice:

    Querida Fernán Caballero:

    Cuando me invitaste a pasar por aquí no me di cuenta de quién eras, pero me bastó con leer la primera frase para recordar, con agrado, tu relato. Y no por haberlo leído, sino por haberlo escuchado. Me lo leyó mi marido una tarde de sábado, mientras planchaba, la misma semana en la que nuestro crío mayor había empezado en la guardería. Y te cuento todo esto porque, a lo mejor, y desde mi perspectiva de persona que mira más la historia y la familiaridad de lo que se cuenta que la técnica que se emplea, admiro más tu redacción con el corazón que con la cabeza. Tenemos un niño de casi tres años y una peque de cinco meses (los cumplió hoy), y a lo mejor estamos en la situación emocional más propicia para dejarnos encandilar y acongojar (también lloramos los dos, no lo negamos, al menos yo) por la historia de este pobre crío y, peor aún, de esta pobre madre privada para siempre de los recuerdos del futuro. Porque, como madre, soy de las que piensan muchas veces, mientras lo miro, cómo podría reaccionar, de qué manera se me empezaría a acabar el mundo si le pasara algo tan terrible a mi pequeño. Y creo que en tu relato he visto cosas de las que alguna vez, con gran desasosiego, me han pasado por la cabeza. Y, como dice mi marido, el primer paso para que te agrade una historia es que consiga identificarse contigo, con tu pasado o inquietudes.
    En fin, que gracias por acercarte a mi modesto relato, y gracias por darle materia prima a mi marido para hacerme más llevadera la tarde de plancha.
    Por cierto, y desde un punto de vista más «literario», volveré a citar a mi marido (él fue la causa de que participase y él es el que tiene inquietudes como aprendiz de escritor): cuando iba a escribir unas líneas alabándote apareció el tal Antístenes y dejó un comentario que coincidía exactamente con lo que él pensaba. Y me dijo que poco más podía decir, siendo un crítico menos cualificado y renombrado que el susodicho y pensando exactamente lo mismo. Que viniendo de él quedaba claro el evidente mérito el relato.
    Suerte.

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  27. Samuelena dice:

    Lo siento, Fernán: contratiempos derivados de emplear el mismo ordenador que mi pareja. El mensaje de antes tendría que ir firmado por Samuelena, del relato «El recado de Samuel». Aunque a él no creo que le importe.

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  28. Pathé Marconi dice:

    Enhorabuena por ser finalista y mucha suerte en la final.

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  29. VIOLETA dice:

    Estimad@ Fernán Caballero:
    Mi más sincera enhorabuena por estar entre los finalistas. Compartir este mérito con personas que escriben de la forma en la que tú lo haces es ya todo un honor para mí. Mucha suerte en septiembre.

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  30. Adafina dice:

    Bien por el jurado, es una historia maravillosa que parece que el público no supo apreciar del todo pero que está donde debe de estar. Ya te dije anteriormente que me emocionó. Suerte en la final, pero aunque no ganes el premio tu historia quedará en el corazón de los que te leímos y ese es el mejor premio.

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  31. Rosa azul dice:

    Enhorabuena, Fernán Caballero. La verdad es que todavía no he leído tu relato, en breve lo haré. Para mí, el que lo hayan elegido entre los diez finalistas me adelanta que seguro es bueno. Suerte en esta final.

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