premio especial 2010

 

May 18

A vista de pájaro la plaza de Cataluña parece un tapiz formado por un sinfín de cabezas desplazándose anárquicamente mientras representan un dibujo vivo e inestable. Oigo el tañido de las campanas de la catedral cuatro veces mientras deambulo sin destino. Podría buscar una justificación a la pregunta de cómo he llegado a este punto pero no me solucionaría nada.  Ando por la Rambla de las Flores en dirección al puerto, entre la vorágine de los olores, de los colores y de los ruidos que me han acompañado desde la infancia.  Me siento bien mientras paseo. A pesar del ajetreo nada cambia ni se mueve, todo está simplemente aquí, como si las cosas no hubiesen podido ser de otro modo.  En la calle Avinyó, la misma que popularizó Picasso en un cuadro, vivo en una habitación que me hace de casa sin notas garabateadas aguantadas con imanes en la nevera.  Mi conversación allí se reduce a la que tengo con una televisión donde aparecen personajes que no existen. Aunque son de carne y hueso no son auténticos, en realidad podrían ser asesinos, pederastas, traficantes de drogas o de armas, violadores, ladrones o, en el mejor de los casos, personas con trastornos bipolares o esquizofrenia.  A veces también interpretan esos papeles. ¿Cuánto tiempo hace que no trabajo?  Camino despacio pisando por una alfombra de colillas bicolores. Procuro no pararme. Pienso que me podría quedar pegado al suelo por los chicles que la gente escupe al embaldosado. Ya no tengo veinte años y me paro a descansar en la terraza del Sebastopol.  Cuando me traen el café acaricio la taza como si fuera la lámpara mágica de Aladino pero no sale ningún genio.  Antes en mi ciudad la mayor parte de los ciudadanos eran autóctonos y el lenguaje que podías oír formaba un murmullo uniforme, ahora esto ha cambiado y en su lugar se escucha una multitud de lenguas.  Cierro los ojos y no me cuesta trabajo convencerme de que soy un obrero de la torre de Babel. Una vez descansado me sumo, como un glóbulo rojo, al caudal de gente.  De pronto oigo una voz tras de mi: “¡Julio!”   El que grita es un joven de unos veinte años. Agita el brazo en alto y mantiene la mirada fija en la multitud.  Una chica algo más joven que él se aferra a su otro brazo apretando el paso para no quedarse atrás.  Un hombre  de edad provecta, enjuto, bien vestido y con un toque de desaliño que me es familiar, se les cruza haciéndoles detener el paso.

            –Hola.

            –¿Perdone? –le dice el joven.

            –Hola.

            –No le entiendo. Estoy buscando a Julio –le responde confuso.

            –Yo soy Julio –dice el hombre firme y sin gritar.

            –Es un error –le replica el joven aturdido–,  estoy llamando a un amigo.

            –Vámonos Juan –le suplica su acompañante tirándole del brazo.

            Lo intentan esquivar sin éxito porque vuelve a ponérseles delante.

            –Me gustaría que me dijerais porqué me habéis llamado –les interpela con un tono de extraña amabilidad.

            –De verdad que no queremos nada de usted.

            –Entonces, ¿Por qué me llamáis?

            –Llamamos a Julio.

            –¡Yo soy Julio!

            Mientras esto sucede el otro Julio sigue su camino sin haberse enterado de nada. Los dos jóvenes se quedan parados sin saber que hacer.

            –Bueno… –balbucea el chico– buscamos a otro Julio.

            –¿A otro? –contesta mientras frunce el ceño en un gesto de sincera extrañeza–. ¡Pero si Julio soy yo!

            Le sortean como pueden pero él les sigue.  Sin otra cosa mejor que hacer, decido ir tras de ellos.

            –No entiendo por qué me llamáis  y luego no queréis hablar conmigo –iba diciendo el tal Julio, mientras caminaba detrás de ellos– ¿Cómo puedo saber que llamabais a otro en lugar de a mí? Gritabais: “¡Julio!” Yo soy Julio.

            La joven pareja intenta en vano despistarlo girando por la calle del Portal de Santa Madrona.

            –¿No queréis decirme por qué me llamáis? Bien, esperaré a que queráis hacerlo –añade con resignación.

            El tono que usa aquel individuo no es ni estruendoso ni amenazador.  Su dicción es clara y la modulación agradable.  Sus gestos son amables y educados, de tal manera que aquella escena vista desde lejos, sin saber lo que dicen, daría la impresión de ser un conocido suyo reprendiéndoles por una mala acción.

            –Vosotros tenéis algo para mí –prosigue incólume a la indiferencia de ambos– pero no queréis decirme qué es.  Quizá queráis poner a prueba mi paciencia o ¿preferís que sea yo quien os explique algo?

            Sin casi darme cuenta llegamos a la avenida del Paralelo. Me paro unos segundos para tomar resuello. El paso que hemos llevado ha sido muy vivo.  A lo lejos veo un joven tocando la guitarra con un estuche abierto en el suelo. Se ha formado un pequeño corro alrededor suyo.  Respiro la melancolía que sólo puede sentirse en el momento de caer la tarde cuando se recorta el azul grisáceo del cielo de Barcelona sobre las siluetas de los edificios.  Sigo con la mirada a mis ocasionales acompañantes mientras se van perdiendo entre la gente que camina en dirección a la Plaza de España.  Desisto de mi primera intención de recuperar el paso y seguirles, aunque me sienta partícipe de esa extraña historia y me haya despertado simpatía el estrambótico papel interpretado por Julio.  Se me antoja como Robinson Crusoe, abandonado a su suerte en una isla desierta, pero a diferencia de él no construye vivienda alguna ni se aviene con el mundo hostil que le rodea, lo único que hace es quedarse en la playa esperando un barco mientras va cambiando su edad y las señales y recuerdos se le van diluyendo. Cuando  aparece un navío en el horizonte acercándose a la isla, grita y hace señas para que lo recojan.  Los marineros desde cubierta le dicen que no pueden recogerle porque ese no es su barco o porque está completo o porque sólo transportan mercancías.  Incapaz de asumir ninguna explicación se mete en el agua y consigue asirse a un cabo que pende de la popa. Los tripulantes del barco desde la cubierta intentan librarse del polizón pero no tienen nada para cortar la soga. Él se aferra a ella con todas sus fuerzas impetrando que le rescaten de su aislamiento.  ¿Cuántos náufragos debe haber en esta isla de cemento?  ¿Cuántos nos damos cuenta de que lo somos? ¿Cuántos lo aceptan?  Vuelvo mis pasos hacia las Ramblas mientras noto en mi pituitaria el sensual aroma a sal que sube desde el puerto. Camino en dirección a la Plaza de Cataluña cuando oigo a mis espaldas un grito: “¡Pablo!”   Son dos chicas que han empezado a apretar el paso en mi dirección.

            –Hola. Soy Pablo. Hace mucho tiempo que os estaba esperando –les digo mientras me interpongo ante ellas y contemplo la perplejidad que poco a poco se va dibujando en sus caras.

136- Isla Barcelona. Por Alvaro Andrés, 7.4 out of 10 based on 26 ratings

Enviar a un amigo Enviar a un amigo Imprimir Imprimir


20 Responses to “136- Isla Barcelona. Por Alvaro Andrés”

  1. HÓSKAR WILD dice:

    Todos somos naúfragos en una isla de hormigón, con la certeza de que ningún barco pasará nunca a rescatarnos.
    Mucha suerte.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  2. Luc dice:

    Para mi gusto muy buen relato. Estilo elaborado, sin errores, basado en una ágil combinación de dos fragmentos narrados en primera persona con un fragmento intercalado en tercera persona y un narrador-espectador.
    El tema de la soledad es de los inextinguibles, pero este relato lo maneja sobre un soporte de prosa ligera, metáforas imaginativas, y un escenario que, por la sabia adición de datos concretos, aparece como tremendamente literario.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 5.0/5 (2 votes cast)
  3. feli gonzalez sebastian dice:

    todos vamos solos por la vida ,buscando alguien con quien estar ,tu buscas por esa Barcelona llena de gente ,esperando ……. existir para alguien, ser ,estar, no es lo mismo??? busca un lugar en ¿donde?
    en las palabras ,en el recuerdo. …… en los otros

    sigue respirando , escribiendo , cantando , riendo…….

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  4. Lis Jones dice:

    Desesperación y soledad cogidas de la mano paseando por Barcelona, seguidas por la esperanza que siempre debería de estar presente.
    Espero que este relato te lleve a buen puerto. No tengo ninguna duda de ello.
    Un abrazo.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  5. Esperanza004 dice:

    Muy bueno. Suerte.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  6. minerva dice:

    Vivimos rodeados de personas solitarias (quizás nosotros-as también lo seamos) y buscamos ese cabo donde agarrarnos y ese barco que nos trasporte a lugares donde la vida no sea un camino sin retorno. Buen relato, mucha suerte.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  7. nonoy dice:

    La soledad en tu relato esta muy bien reflejada, casí angustia y desesperación.
    Te deseo buena suerte.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  8. la ciudad dice:

    Pablo… yo también soy Pablo y también estoy solo ¿qué es lo que desean esas jóvenes de ti y de mí?. Buen relato Alvaro

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  9. Antístenes dice:

    Un relato bastante aceptable, no dudo que estará en la final.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  10. Croqui dice:

    La única pega que veo es la construcción de alguna frase, la tercera por ejemplo, a mi modesto juicio un tanto forzada. Por lo demás, me gusta el tema y el ambiente. Enhorabuena y suerte.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  11. Adafina dice:

    Muy bueno Alvaro. Manzanitas para ti

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  12. Hara Kei dice:

    Isla Barcelona merece estar en la final del jurado, es muy buen trabajo.

    Felicitaciones Alvaro Andrés.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 5.0/5 (1 vote cast)
  13. Luzzz9 dice:

    Me hizo mucha ilusión pasear de nuevo por las calles de Barcelona de la mano de Julio y Pablo.
    Esa soledad que has narrado es la que todos sentimos en ocasiones aunque estemos rodeados de una inmensa multitud, y que por mucho que acariciemos la taza de café ocurre aquello de….

    «Cuando me traen el café acaricio la taza como si fuera la lámpara mágica de Aladino pero no sale ningún genio»

    Me gustó. Un saludo

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  14. Dani F. dice:

    No sabía que en la red se escribieran cosas tan buenas. Una historia original y un estilo impecable. Me gustaría leer más cosas de este autor. ¿Tiene algún libro publicado? ¡Enhorabuena!

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 4.0/5 (1 vote cast)
  15. Toni P dice:

    Muy buen relato. Refleja muy bien la soledad y el desasosiego. Me ha gustado mucho leerlo. Seguro que obtiene buenos resultados. Suerte.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 3.0/5 (1 vote cast)
  16. ricki dice:

    me ha gustado mucho. a la final de cabeza

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  17. Pathé Marconi dice:

    Enhorabuena por ser finalista y mucha suerte en la final.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 5.0/5 (1 vote cast)
  18. VIOLETA dice:

    Estimado Álvaro Andrés:
    Quiero tan sólo darte la enhorabuena por estar entre los finalistas y desearte toda la suerte del mundo para septiembre. Te la mereces, sin ningún género de dudas, por tu forma de narrar.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 5.0/5 (1 vote cast)
  19. Rosa azul dice:

    Enhorabuena, Álvaro Andrés. La verdad es que todavía no he leído tu relato, en breve lo haré. Para mí, el que lo hayan elegido entre los diez finalistas me adelanta que seguro es bueno. Suerte en esta final.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  20. Jesús E. dice:

    Un buen tema para una gran ciudad como Barcelona. Has sabido desdramatizar, con habilidad, lo que ciertamente supone el reflejo de la angustia de muchos y que, narrado de otra forma, hubiera podido resultar difícil de digerir. Confío, no obstante, en que no demasiados se identifiquen con esa situación en sus vidas, a la espera de que otros los saquen de su pasividad y les proporcionen un buen puerto adonde ir…, por el que ellos no supieron luchar («…Lo único que hace es quedarse esperando…» «…impetrando que lo rescaten…») Celebro con gran placer que tu relato incite a huir de esa vacua actitud en la que no se ofrece nada a la sociedad, reclamando en cambio a los demás su atención y esfuerzo. Enhorabuena por saber hacernos reflexionar con la magia de tus palabras.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)

 

 

 

 

 

 

 

Pagelines