184- Rafaela. Por Angus

Dicen los más allegados que nació con un pan debajo del brazo. Y bien saben los médicos que es verdad. Que aquello se debió a un desvío intestinal porque la familia Salero “nunca fue muy de digestión”. En cualquier caso, un detalle insignificante en lo que supuso dar a luz una criatura de 80 años.

 

A pesar de lo extraordinario del suceso, todo salió mejor de lo previsto. Una madre sana y feliz, y una bebé octogenaria de gesto encogido y dulce mirada a la que llamaron Rafaela en honor a la madre, que la apetecía llamarla así. El padre no se opuso, ya que era “nombre de abuela, y visto así, bien pensado está”.

 

Al margen de los achaques y alguna noche en vela, los progresos ya eran evidentes durante los primeros días, de tal manera que Rafaela no tardó en recuperar la experiencia que todos la suponían. Al mes de nacer, sus vecinos la convirtieron en toda una personalidad de la vida social de Villavieja, hechizados por una interminable sucesión de anécdotas, viajes y peripecias de la vida que alimentaban la imaginación de un pueblo con mucho tiempo libre.

 

Como la época en que atendía la mercería Edad Media, que empezó siendo una agencia de detectives privados, y por tirar del hilo, pasó lo que pasó.

 

En cualquier caso, nada de lo que contaba la vieja bebé era cierto. Ella se limitaba a llenar su vida con sucesos que mantuvieran coherencia con su edad.

 

Una vez contó que fue telonera del grupo ABBA. Que eran muy caprichosos, muy suyos con los estampados, y que los telones salían con unos jirones de escándalo porque el tiempo entre concierto y concierto no permitía grandes alardes, y ella no estaba dispuesta a sustituir sus agujas de ganchillo, su mesa camilla y su luz de gas por una máquina que de nada conocía. Aquellos métodos no eran compatibles con los veranos de vicio, juergas y excesos que imponían las dos parejitas suecas a todo su equipo, de manera que el espectáculo decaía por momentos, hasta ofrecer una imagen lamantable, especialmente el día en que la despidieron los dos barbas del grupo, después de echar en falta algunas letras de los telones, y muchas de las canciones, arrancadas por un caprichoso temporal que no tuvo piedad de los hilos que movía Rafaela.

 

Al poco tiempo, encontró trabajo como atleta de natación sincronizada en las olimpiadas. Su estilo y su expresión artística deslumbraron al mundo, pero no sincronizaba, y claro…

 

Un día dijo que tuvo 3 nietos, de los cuales los tres estaban vivos. No sabe dónde vivían, pero cada cuarto menguante recibía misivas tierra-aire de sus adorables criaturas, diciéndola que echaban de menos cuentos como el del proscrito de las nieves, que la abuela encontró por casualidad cuando se dirigía a la panadería del pueblo por el camino más largo. Aquel sujeto vivía en una madriguera de zorros excavada en la roca a 1.918 metros sobre el nivel del mar y 2 bajo el nivel de la nieve. Resultó ser un apuesto rufián, obsesionado con que la ley, la justicia y todas las demás, iban tras él por cierto escándalo nocturno en un cabaret de carretera con una cabarretera. El marido de la alegre señora disparó a dar cuando el intrépido galán se alejaba en su caballo al ver el percal. Y allí fue a parar, donde la naturaleza dispensaba todo cuanto necesitaba. Rafaela se mostró comprensiva con el muchacho que decía llamarse Blas, y optó por facilitarle un poco las cosas con recetas caseras de animales comestibles, canciones de acampada, y consejos de supervivencia en angostos lugares. Mientras pasaban la tarde al calor del puchero, la vieja bebé contó a Blas la historia de su viaje al desierto, donde conoció a Rashid, un criador de camellos manco (él presumía de cierto episodio épico en “la gran batalla”) que decidió abandonar su negocio para viajar con ella al sur del extranjero, al paraíso de las especias y el arte culinario, donde Rashid, disfrutaba de su afición (Marketing Manager) para dar salida mercantil a las delicias gastronómicas que Rafaela reinventaba diariamente inspirándose en aquella profusión de aromas, texturas y sabores.

 

Pronto regentaron un restaurante al más viejo estilo Rafaela (cremas de hueso, rebozados de musanja con aire pomposo, salpicado de carambas, chicha española, tacos finos, parcibanes escondidos al sifón, sofisticado de núcleos a la vinagreta, buñuelos bañados al pon-pon, tostapán, parsimonias de semana santa, garmullo asturiano en sorpresa de formol, fritanga variada, croquetas de huecos, ave félix, mousse de mouse, choberinas de río seco, supremas de arroz con salsa fresquita, milhojas de papel cebolla, hilada de argumentos al jamón, timbal de piel en papel albal, grumos de temporada, garzofa templada sobre base de zerruminos sin azúcar, carne suelta, corilungos marinados con flotador de birutas de algo que parece yogur germinado, mentiras de menta en su jugo de usted, cous-cous quienés, ciberfritos, bolas de pomilla al estilo S, esencia de farihuela con sentido común, berenjenas simples, entremeses por llegar, jerinomios a la termomix, enchilada césar, tortillitas de costumbres en colifrenos al pichí-pichá, palabritas de cofrén con su ajito y todo, papas molidas del esfuerzo, flores de bucinemo con sosasal, lágrimas de carabusa helada, pepito en pepitoria, mano de marrano servida con mucho gusto, quieromás de canela, cochinillo hervido con reducción de cabeza y orégano, y revuelto de arrebatos con sabor a sepia, entre otros entrantes que ya no soy capaz de recordar), y el negocio dio sus frutos, hasta el punto de experimentar un vertiginoso éxito de crítica y público que impulsó la inesperada carrera mediática de la vieja bebé.

 

Su primer programa de cocina fue líder de audiencia en Salchichannel, y así se mantuvo durante meses, con una puesta en escena espectacular (el show de Bebé&Rashid empezaba con 20 vedettes bailando a ritmo de musical mientras bajaban una inmensa escalinata roja acompañadas de tigres de Bengala y corpulentos bailarines de color portando una gran jaula repleta de fruta de donde salían Rafaela y Rashid para empezar a saludar a un público absolutamente entregado), y un despliegue técnico sin precedentes en la ruta de las especias. Las grabaciones se hacían eternas, porque Rashid condicionó el contrato con la cadena a que él debía ejercer como pinche en las preparaciones de platos, y dada su condición de manco, los cortes eran constantes, tanto en la grabación como en el cuerpo. Con el tiempo, la vieja bebé encandiló al equipo técnico con su dilatada vida falsa, como aquel día que el programa no terminó porque aprovechó uno de los descansos para contar al regidor que una vez conoció a John Ford en un rodaje, cuando trabajaba de peliculera, y que la dio un papel como ama de llaves en un poblado indio donde John Wayne entraba con los buenos y lo quemaba todo para hacerse con los favores una muchachita Apache de buen ver. Luego resultó que eso mismo pasó en una película que vio en el cine Carretas de Madrid, acompañada de un acomodador que no tenía donde sentarse, al que contó la famosa historia en que sirvió de musa al inesperado comediante que ha escrito estas palabras.

9 comentarios

  1. Fresco, disparatado, ingenioso… surrealismo con mayúsculas. Incluso tiene un punto de ternura que lo hace más cercano. Creo que no hay nada que se pueda parecer a este relato.

  2. Para releer una y otra vez. LLeno de ingenio, de humor. Muy inteligente. Gracias por permitir que los aprendices de todo podamos aprender.

  3. Creí que mi votación para este relato era la máxima, y al ver que no es esa la intención que consta, estoy intentando corregirlo

  4. me he divertido, y eso es decir mucho.

  5. Es lo más atrevido que he leído por aquí, desde luego, no deja indiferente

  6. SUPERPRINCESA

    Estupendo, genial, me he reido mucho con las recetas, es para montar un restaurante con esos platos, gracais por tu ingenio.

  7. Gracias por vuestros esperanzadores comentarios, ahora mismo debo tener esa sonrisa bobalicona que me hace pensar que algún día (mal)viviré de esto…

  8. Atrevida e ingeniosa narración, no se parece a ninguna de las aquí expuestas. Te felicito Angus y te deseo suerte.

  9. La verdad es que no me puedo imaginar estar en la piel del jurado.. Hay una colección de relatos estupenda. El tuyo… indescriptible: Fantástico, sorprendente, imaginativo, un estupendo relato, te felicito… mi voto ya lo tienes…

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