199-El número cuatro. por Ariadna

– Varón, 39 años, moreno, raza caucásica, pelo liso, ojos marrones, sin cicatrices, tatuajes ni marcas visibles, 1,76 m. de estatura, complexión normal…

 

 

Su marido estaba tardando en llegar. No era la primera vez que sucedía, pero esta vez se estaba haciendo muy tarde, estaba preocupada. Sabía que si intentaba llamarle o localizarle de alguna otra manera se enfadaría, además que apenas hacía caso al móvil y sería inútil. ¿En qué se entretendría tanto, si su círculo de amistades no era tan amplio? Decía que no tenía por qué meterse en su vida, necesitaba su espacio, algunas horas de vez en cuando para estar solo y que tenía que respetarlo. Era una persona tan reservada cuando quería, y si insistía solo servía para que se encerrara más en sí mismo. En realidad no debería quejarse tanto, la ayudaba con las tareas de la casa, cocinaba mejor que ella, tenía mucha paciencia con los deberes de la niña, cambiaba pañales y daba biberones al pequeño, los cuidaba por las noches cuando ella no podía, con ese maldito trabajo a turnos. Nunca discutía sus decisiones, era cariñoso y atento y siempre había una palabra amable o de aliento cuando ella volvía cansada a casa. Pero qué horas, por Dios, ¿dónde se habrá metido?

 

 

Cuando cerraba los ojos e intentaba dormir no podía evitar pensar en la mirada de él, en esos ojos calculadores, amenazantes, que la amedrentaban después de tanto tiempo, que le decían sin necesidad de hablar que era inútil intentar llamar la atención y solo si se portaba bien la dejaría ir sin hacerle daño. Cuando había comenzado a olvidar, al menos a no pensar tan a menudo en ello, el olvido lo creía imposible, una llamada de teléfono le hizo saber que tendría que recordar de nuevo. Era paradójico que el hecho de saber que no volvería a encontrarlo por la calle calmara su angustia pero a la vez la avivara el hecho de tener que volver a recordar.

 

 

– Siempre fue un vecino ejemplar. Sabe que estoy operada de la columna y cuando me veía cargada con la compra me ayudaba con las bolsas. Me preguntaba por la familia, cómo andábamos de salud. Con los demás del bloque igual, nunca oímos una pelea ni le vimos un mal gesto. Era tan bueno con la mujer y los niños. Que yo sepa nunca se metió en problemas, no bebía ni se drogaba. Por eso cuesta tanto creérselo, quién lo hubiera pensado, crees que conoces a tus vecinos y un día te levantas con esta noticia…

 

 

En el momento en el que la fría hoja apuntó a su garganta se sintió paralizada, su cuerpo había dejado de pertenecerle. Le invadió una sensación de irrealidad. “Esto no me está pasando a mí, no es cierto, no está ocurriendo.” Él la abrazaba, agarrándola fuerte del brazo para que no se soltara, y aún no sabía cómo fue capaz de darle un fuerte empujón, justo después de que doblaran la esquina y él titubeara un instante debido a aquel gato que se cruzó delante sin saber ni de dónde había salido, antes de que entraran en el portal. Las farolas no iluminaban lo suficiente en la noche invernal. La calle parecía más vacía que de costumbre. Los pasos sonaban cada vez más cerca. Se ahogaba porque estaba corriendo como no lo había hecho en su vida. Y el sonido de la sirena del coche de policía que nunca sonó tan dulce a sus oídos.

 

 

– Anota que la víctima ha identificado al sujeto número cuatro de la rueda de reconocimiento como su agresor.

7 comentarios

  1. Estupendo relato escrito con maestría, con el ritmo adecuado. Difícil de entender cómo es que no tiene más comentarios. Mucha suerte.

  2. Hay un pero, final previsible. Aunque más que un relato, refleja un escenario, unos sentimientos, y sobre todo, una excelente forma de describir hasta qué punto la brutalidad se puede esconder detrás de las apariencias. Realismo interesante.

  3. Un relato ágil, que se hace corto.
    Suerte.

  4. Un muy buen cuento «negro» escrito en tan sólo seis párrafos. Felicidades Ariadna

  5. Me parece que hay una discordancia entre el primer y el segundo párrafo. De hecho pensé que eran dos mujeres diferentes pensando en dos maridos diferentes.
    Por lo demás, es breve y bien contado.
    Suerte.

    El mío es el 90.

  6. Estimada Ariadna: no sé si será una coincidencia de nicks o eres una de las finalistas en el certamen de ‘Amor en el tiempo’. Si así es, mi más sincera enhorabuena.

  7. Es una coincidencia. Yo soy la Ariadna finalista de «Amor en el Tiempo» y no he escrito este relato.

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