190-Olvídate. Por Praxíteles

         Lola sacó el pollo del horno y consultó el reloj de la cocina. Las ocho menos diez, Antonio llegaría a las ocho en punto, siempre era puntual. La cenas de los viernes eran especiales, su marido llegaría cansado del trabajo, hambriento y feliz ante la perspectiva de un fin de semana tranquilo. Lola recordó lo orgullosa que se sintió durante un tiempo, cuando le preguntaban acerca del oficio de su marido: “es maestro… sí, en la nueva escuela de primaria”. Ella, que había sido un desastre con los estudios, se sintió afortunada de que alguien tan respetable le pidiese en matrimonio.

El sonido de la puerta al abrirse, junto con el tintineo de unas llaves, la alejó de sus pensamientos. Se quitó el delantal, se mesó su cabello moreno salpicado de canas  y se dispuso a recibir a su marido.

         – Hola cariño, ¿qué tal el día? -dijo Lola mientras depositaba un beso en la mejilla de su esposo.

         – Me  muero de hambre -respondió a modo de saludo mientras colgaba su chaqueta de pana y dejaba su maletín de cuero encima del sofá-. Esos pequeños canallas cada día me cansan más.

         – Los viernes, las criaturas están más nerviosas…el fin de semana… -justificó Lola.

         – Hoy ha venido la madre de Julito López. Me ha dicho que los golpes no sirven con él. Que es un “mostrenco”, que cuanto más le das, menos hace. Vamos, que pretende que esperemos pacientemente a que al “señorito” le entren las ganas de estudiar… pues conmigo lo tiene mal…

         – Venga Antonio, olvídate de la escuela. Vamos a cenar. He preparado pollo al horno, el que tanto te gusta -dijo Lola en tono conciliador.

         Antonio se sentó a la mesa mientras revivía los primeros años en la pequeña capital de provincia donde ahora residía. Aunque no terminó sus estudios de aparejador, el régimen se ocupó de su porvenir. Como a otros veteranos de guerra, le otorgaron una plaza de profesor de formación del espíritu nacional en una escuela estatal. Al principio se sintió dichoso, tenía un buen empleo y se iba a casar con una mujer que, aunque de pocas luces, rezumaba belleza y sensualidad por los cuatro costados. El futuro era suyo. Pero hoy… , hoy ya no era lo mismo. Un régimen moribundo, unos niños que ya no respetaban a nadie, una esposa de belleza marchita, un futuro sin hijos y un legado oxidado por el tiempo. El mundo, su mundo, había cambiado y él no se había dado cuenta.

         A Lola no le gustaba que, mientras comían, estuviese la “tele” encendida. Pero Antonio siempre ponía las noticias para seguirlas con atención mientras engullía un bocado tras otro.

         Lola se limpió los labios con la servilleta.

         – Ha llamado mi hermana

         – Dile a tu hermana que se meta en sus cosas -respondió Antonio sin apartar la vista del televisor.

         – Quiere que vayamos a cenar un día a su casa.

         Antonio no respondió. Mordisqueó los restos de una pata de pollo y dejó el hueso en el plato.

         – Hace mucho que no veo a mis sobrinos -continuó Lola.

         Antonio la miró mientras se encendía un cigarrillo.

         – Con el ojo así, no quiero que salgas de casa -dijo Antonio.

         – Ya no me duele Antonio…. además, con maquillaje casi ni se nota -afirmó Lola mientras recogía los platos-. Me encuentro mucho mejor, de verdad… Antonio… llevo una semana sin salir de casa…

         – He dicho que no -zanjó Antonio a la vez que apagaba el cigarro en su plato-. ¿Hay café?, traémelo descafeinado. Llevo toda la semana con dolor de estómago, debe de ser ese maldito café importado.

         – ¿Te hago una manzanilla? -preguntó Lola.

         – Café descafeinado.

Lola preparó en la cocina dos tazas de café. Cogió de la alacena dos paquetes, uno de azúcar, el otro, de raticida. De azúcar puso dos cucharadas en la taza de Antonio, de veneno, dos más. Definitivamente, pensó Lola, las cenas de los viernes eran especiales.

4 comentarios

  1. Interesante. Seguro que habrá quien diga que opino así por las similitudes con el mío, pero el relato tiene un ritmo ágil y se hace corto.

    Suerte.

  2. Lo más complicado en un relato es hacer que sea fácil de leer, que te enganche de forma sutil y que te sorprenda en la justa medida. Lo has conseguido. Suerte.

  3. me gustó por su brevedad y porque en pocas lineas planteas el tema y su desenlace
    felicidades

  4. Hace tiempo que había leído tu relato y se llevó uno de mis votos, Azrael. Mira, me gustaría decirte por qué me gustó tanto. En cuanto al estilo, me gusta esa manera de entrelazar los hechos de la historia presente con los recuerdos del pasado, porque éstos últimos permiten que nos hagamos una idea de cómo es el perfil de cada uno de los dos personajes, y ese perfil es fundamental para darle sentido a la historia actual. Y, además, lo haces con un lenguaje sencillo y muy natural. Como ya te han sugerido otros compañeros, «entra muy bien». Por otro lado, como diría mi profe de taller, los diálogos «suenan», es decir, que cuando los leo son creíbles, parecen naturales. El final sorprende y, cuando lo lees, comprendes algunas palabras del principio, lo que lo hace redondo. Así, eso de » la persepectiva de un fin de semana tranquilo» cambia de significado cuando llegas al final del relato. Y por último quería decirte, respecto al tema del maltrato, que también está tratado con mucha naturalidad, o mejor debiera decir, ajustándose a la realidad porque yo creo que si el maltrato es una lacra de nuestra sociedad en gran medidad se debe,precisamente, a eso que tú has reflejado, a que muchas de esas mujeres (afortunadamente las nuevas generaciones cada vez menos) han aprendido a verlo, erróneamente, como algo «normal». En fin, saludos y te deseo que otros lo hayan visto como yo.

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