V Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

4 abril - 2008

104-Helsinki, dieciséis grados. Por Ignacio Centeno

Sobre el muelle contemplo los barcos atracados, mientras te escribo esta carta. Los demás han ido a alquilar unas bicicletas, todo el mundo parece ir aquí en una de ellas, aprovechando el verano en la ciudad.

  Ahora que me han dejado solo, me he acordado de que te prometí escribirte. Pero una postal me parecía demasiado poco, algo muy breve para lo que tengo que decir. No sería capaz de resumirme tanto, ni siquiera de escoger la vista de Helsinki adecuada. Supongo que elegiría una donde se contemplara el mar, porque sé que te gusta; aunque es precisamente el mar lo que nos separa. Bueno, es cierto que nos separan bastantes cosas más. Precisamente por eso te escribo, para hacer algo más cercana la lejanía, o la distancia un poco más corta. Una palabra en medio del silencio, aunque quede sepultada por la inmensidad, al menos está ahí, por si alguien la encuentra un día.  Siento un escalofrío al recordarte, ya no es como antes. Quizá se trate de este clima. Aunque el verano acaba de comenzar, y a la gente se la ve feliz por ello, el calor aún no ha llegado, ni creo que vaya a hacerlo. Es como si la ciudad no fuera a ofrecerme ya nada más, como si se negara a desnudarse del todo para mí. A la sombra me congelo de frío, sobre todo cuando veo a los nativos en manga corta, retozando con sus cutis blanquecinos. Así pienso ahora en ti, rodeada de luz por fuera, pero repleta de invierno en el corazón. Espero que el frío no se quede ya en ti, que sea tan sólo una estación pasajera a otro lugar, el lugar que no existe, como solíamos llamarlo, y por eso el sitio que hay que buscar.

Me podrías contestar que fui yo quien te dejó el frío, quien congeló tu corazón. Pero yo te advertí: no juegues con fuego.

 De pequeños solíamos agitar esos pisapapeles de cristal que tenían dentro nieve artificial. Nos gustaba ver la nieve caer sobre ese pequeño mundo. Luego la nieve se remansaba, hasta que volvíamos a mover la bola.

Ahora te encuentras allí dentro, y la nieve te ciega y cae sobre ti. Más adelante se calmará, y tú podrás salir para buscar los tesoros que esconden  las nevadas. No pienses que con la carta pretendo volver a remover nada. Quiero que deje de nevar tanto como tú, pero tampoco quiero perderte. Todavía hace frío en Helsinki, al menos para mí. No sé si llegará tarde el calor, o la vida para mí no alcanzará otro sentido: contemplar esta costa de frialdad, donde parece que es verano.

 ¿Continúas pintando? Tendrías que venir alguna vez, estos paisajes impresionan. En este país la naturaleza te sobrepasa y tú no puedes dejar de sentirte pequeño. Me pasó así contigo. Creo que eres inmensa para mí, por eso huí, y por eso también te necesito.   Me abrasabas y lo sigues haciendo. Ahora, al recordarte, al construirte de nuevo. Como si el verano llegara a la ciudad de pronto y me encontrara aquí, con demasiada ropa frente al puerto, esperando ese barco que espera a Moby Dick.

 No pude soportar tanta nieve, lo confieso. Ni siquiera contigo, ni siquiera por ti. Me aparté del camino cuando me uní a ti, eso ya te lo dije. En secreto esperaba no volver, que me tuvieras secuestrado para siempre. No obstante, me conozco. Un día habría de seguir. Hoy es Helsinki, mañana, quién sabe, quizá Reikiavik. Más al norte no huiré.

A lo mejor esperaba una persecución. No, no la deseo. No creas que te mando esta carta para darte pistas sobre mi paradero. Tampoco necesitas explicaciones. Has vuelto a utilizar tu gama de colores fríos, como la primera vez que te vi, pintando en aquel puente.

 Mientras no pueda explicar el deseo, sabes que no podré explicarme. Tú misma confesaste incomprenderlo, y quizá por eso pintabas. Amé esos cuadros tanto como a ti. No los destruyas, por favor. Yo no lo merezco.

 Tienes ahora el invierno, pero un día me alcanzará también a mí. Entonces no habrá nadie paseando en Helsinki, y yo sabré que, en verdad, el día de hoy era el verano, y me arrepentiré de no haberlo comprendido a tiempo; de no haber paseado yo también, de haber esperado algo mejor, despreciando tu rostro, tu mano, tu figura, la propia palabra que tú me habías dado.

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Participantes

William Cullen:

Ignacio:

La grandeza de este “oficio” (si es que alguien pudiese vivir de él) radica en que no se puede explicar por qué algunas historias tienen el don de hechizarte desde la primera palabra y atarte a ellas, y esta es un perfecto ejemplo.

Te deseo mucha suerte (aunque posiblemente no la necesites).


Longinos:

Una relato que te atrapa desde las primeras palabras. Precioso. Enhorabuena Ignacio.


bobdylan:

Yo destacaría su lirismo y su tono íntimo y un poco hogareño. Realmente ha sido un placer disfrutar con su lectura.

Te dese suerte en el certamen.


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