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59- LA FLOR DE TUS LÁGRIMAS. Por Nafka

Berta acababa de acostarse, mañana le esperaba un duro día de trabajo. Ya había acostado a los niños y se disponía a acurrucarse al lado de Alejandro. De repente, el teléfono sonó. Eran las once de la noche. ¿Quién podía ser a esas horas?
Lo primero, que su mente pensó fue en su madre y entonces, su corazón sufrió un vuelco que la obligo a echarse la mano al pecho. El miedo a lo que oiría no le permitía cogerlo. Alejandro la miró, y vio el miedo en sus ojos así que decidió responder.

– Si? Buenas noches, ¿Quién es?. Ya….., entiendo. La tengo a mi lado ahora te la paso.

Alejandro, con el teléfono en la mano, no sabía como decirle a Berta que sus temores eran ciertos. Como pudo, reunió todas las fuerzas que tuvo y girando le dijo:

– Cariño, es tu padre.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos. Sabia que su corazón no había fallado en
– Por favor, coge el teléfono, tiene algo importante que decirte.

Berta lo cogió con la mano temblorosa. Apenas podía atircular palabra.

– Hija, siento mucho decirte que tu madre acaba de fallecer. Lo siento pero nada han podido hacer los médicos. La encontró durmiendo y su dolor se fue con ella.

El teléfono se deslizo de sus manos y Berta cayo en la cama. No le podía estar ocurriendo a ella. No podía ser cierto que su madre había dejado este mundo. Había tantas cosas que no le había dicho, tanto que decirle. Ella la necesitaba para seguir, ahora, ¿ cómo lo iba a hacer?.
Mientras la mente de Berta se inundaba de todos estos pensamientos su consciencia había salido de viaje y Alejandro estaba desesperado porque no despertaba.
Finalmente consiguió volver a este mundo pero no había sido una pesadilla, era real. Tan solo pudo abrazarse a Alejandro hasta que el desconsuelo la dejo sin lágrimas.
El tiempo había continuado pero no era consciente de cuanto, medía hora, una hora….. Sabía que tenia que ir a reunirse con su padre y llevar a cabo todos los preparativos del entierro, pero la tristeza era tal que no podía ni moverse.

– Por favor, llama a mi padre y pregúntale donde debemos de ir.
– No te preocupes, pero ves a darte una agua, te vendrá bien. Además necesitas estar más serena.

Alejandro bajo al despacho para llamar a Pedro. Mientras esto sucedía Berta salió del dormitoria y paso por delante de la habitación de los niños. Se detuvo ante ella y no pudo evitar abrir la puerta. Allí estaban, sus dos angelitos durmiendo placidamente. Quiso entrar a pedirles un abrazo pero sabía que no era el momento así que cerro la puerta y se marcho hasta el baño.
Transcurridos veinte minutos Berta ya se había vestido y estaba lista para salir a reunirse con su padre.

– Cariño, ya he hablado con tu padre y me ha pedido que mientras el se encarga del papeleo en el hospital que por favor vayamos a casa y preparemos allí la ropa para tu madre…..

Alejandro trataba de decir todo esto con el mayor cariño y cuidado posible. Sin embargo aún no había terminado que Berta se vino de nuevo abajo.

– Lo mejor será salir. He llamado a mi hermana que esta de camino para aquí. Ella se queda con los niños mientras estemos fuera. Y mañana ella se encargará de todo con ellos. Así podremos centrarnos en estar con tu padre.

Berta miraba a través de la ventana de su lado, en el coche, y las lágrimas no cesaban de surgir de sus ojos. Todo esto era un pesadilla y pronto despertaría. Le dolía tanto el corazón que ni siquiera parecía real.
Al final llegaron a la casa de sus padres. Alejandro paro el coche, bajo de el y encamino sus pasos hacía la puerta. De repente se giro para saber si Berta estaba detrás pero todavía permanecía sentada en el coche con la cabeza apoyada en el cristal de su puerta y la mirada perdida. Volvió sobre sus pasos para extenderle la mano.

– Vida, se que esto es muy duro. Pero debes enfrentarte a ello. El mundo sigue girando y no se detiene, tu debes seguir al igual que el mundo. Por favor, coge mi mano yo te ayudaré a recorrer este duro camino.

Miraba sin cesar y no podía creer que ya nunca más vería a su madre saliendo del comedor, con un libro en la mano y esa sonrisa tan preciosa.
Miró las escaleras. Berta sabía que debía subirlas y entrar en el cuarto para elegir el traje, que su madre le había dicho que quería llevar en su funeral.
Era curioso como siempre había estado preparada para este momento. Desde el mismo momento que le diagnosticaron la enfermedad. Sin embargo los demás solo albergamos la esperanza de continuar y nunca contemplamos la de morir.
Al final, y tras una larga respiración, se decidió a subir. Llego a la puerta del cuarto y su mano deslizo la manivela de la puerta y entró. Berta fue directa al armario donde guardaba, ese vestido azul pastel que tanto le gustaba y, con el que siempre se sentía radiante.
Alejandro comenzaba a preocuparse. Hacía más de una hora que Berta había subido arriba y todavía no había bajado. El sabia que debía darle tiempo pero no estaba, su estado, para dejarla mucho tiempo sola. Así que finalmente decidió subir para asegurarse de que todo estaba bien.
Al final de la escalera, vio la puerta del cuarto de sus suegros entreabierta. Sin embargo el silencio embargaba toda la planta. Eso le preocupaba mucho.
Encamino sus pasos hacía el cuarto y empujo suavemente la puerta, Berta no estaba. Tan solo estaba el armario abierto. Alejandro comenzaba a preocuparse seriamente. Sabía cuanto significaba su madre para Berta y la creía capaz de una locura llevada por la tristeza del momento. La idea le aterraba y enseguida se puso a buscarla en el resto de las habitaciones.
Tan solo le quedaba, el cuarto de cuando Berta era niña. Corrió hacía el todo lo deprisa que sus pies y el espacio le permitió. Estaba delante de la puerta, que también estaba entreabierta, y de nuevo el silencio incomodo que le desbordaba.
Era la última habitación que le quedaba por mirar y ahora que estaba delante, con todo cuanto había corrido buscándola no se atrevía a entrar. El miedo a lo que fuera a encontrar le asustaba tanto que se había quedado paralizado. Tras unos minutos, se decidió a abrir. Una profunda respiración, de alivio, entro por sus pulmones. Ahí estaba, acurrucada como si de un bebe se tratara y abrazada del vestido de su madre. Dormida dulcemente y con sus largos cabellos extendidos, parecía un delicioso ángel.
Alejandro tomo una manta y la arropo con todo el cariño del mundo, para que el frió no se adueñara de ella. Cogío el sillón que había en el rincón de la ventana y lo llevo hasta la cama . Allí se quedo mirándola y pensando cuanto daría por evitarle este dolor.
El sol, atravesaba la ventana del cuarto donde Berta y Alejandro dormían. Hacía un día precioso.
Berta despertó al notar una dulce caricia en sus cabellos rubios. Al abrir sus ojos y girar su cabeza la sorpresa la dejo atónita.

– Hola, cariño. No te asustes parece de película pero es real

Berta la miraba, era su madre pero no podía ser real. O lo que no era real es lo que había sucedido hasta entonces.

– Mi niña, siempre has tenido un pelo precioso. Desde niña eras la envidia de todas tus amiguitas.
– Pero, pe.. No se que es lo que ocurre. Papa me llamo ayer para decirme que habías fallecido. Y ahora estas aquí hablando. Si esto es el sueño nunca me despiertes, así siempre podré estar contigo.
– Lo siento, hija! Pero no ha sido una pesadilla. Sí, fallecí ayer. Esto solo es el último adiós. No podía dejar marchar mi alma sin decirte un hasta luego. Se que esto es muy duro para ti, y que necesitarás un tiempo para vivir con ello. Pero lo conseguirás.
– No, mama, no. No puedo vivir sin ti cerca, necesito poder llamarte cuando algo no va bien, necesito ver tu sonrisa, necesito que me ayudes a educar a mis hijos, te necesito. Eres lo más grande que tengo! Sin ti, no puedo seguir con esta vida.
– Te equivocas, hija. Mira a tu izquierda, y observa a una de las personas que quizás, más te quiera en este mundo.

Berta se giro. Hasta ese momento, no se había percatado de la presencia de Alejandro. Allí estaba, dormido como un bebe a su lado.

– Y no solo el, acaso tus hijos no son maravillosos. Ellos te necesitan como tu me necesitas a mi. La diferencia es que ellos siguen en este mundo y tu también. Ya habrá tiempo para volverse a reunirse y disfrutar de la eternidad juntos. Por favor hija, si me quieres tan solo debes conservar todo cuantos recuerdos, maravillosos, vivimos juntas, todo cuanto pude enseñarte, de bueno de la vida y lo más importante permíteme seguir viviendo en tus recuerdos. En aquellos que tu mente tenga, los que cuentes a mis nietos para que nunca olviden que han tenido una abuela, que los ha querido con locura . Así sabré que mi vida la he vivido maravillosamente y que todo cuanto he hecho, incluidos mis errores, han merecido la pena.
Tras escuchar las palabras de su madre las lágrimas cesaron de manar de sus ojos y su corazón pareció más reconfortado. Berta extendió la mano para tocar por última vez la de su madre, al mismo tiempo que le decía que la quería. tras unos segundos la imagen desapareció dejándola allí.
En ese momento Alejandro despertó sobresaltado y enseguida busco a Berta. Allí estaba, de pie, mirando por la ventana como un pájaro tomaba el vuelo hacía un maravilloso cielo azul.
La rodeo con sus brazos, y Berta se acurruco en ellos. Allí permanecieron ,absortos por el momento, durante un largo instante.
La noche se había adueñando del día, y por fin, estaban en casa. En el mismo instante que abrieron la puerta los dos pitufos corrieron hacía los brazos de Berta. Ella se arrodillo y con los brazos los rodeo. Dani, el pequeño, le pregunto porque lloraba y Berta con una gran sonrisa le dijo:

– Porque soy feliz de poder abrazaros, cariño

Había sido un duro día, el entierro, la gente, los preparativos… pero por fin había llegado a su fin. Alejandro y Berta ya estaban en la cama, los dos acurrucados y tras un fuerte suspiro, Berta le dijo:

– Voy a echar mucho en falta a mi madre pero aunque no está conmigo físicamente, los recuerdos la mantendrán viva.
– Eso es lo que debes de pensar. Aunque no nos guste la muerte forma parte de la vida. Lo deseable sería, que nos llegará a todos siendo mayores y sin darnos cuenta . No siempre es así. Por ello, los recuerdos de los que quedamos en este mundo los hacen seguir estando vivos en nuestros corazones y nuestra mente.
– Cariño, a pesar de toda esta situación me he dado cuenta que soy una persona afortunada. Se ha marchado, pero sigo rodeada de amor, cariño y personas maravillosas como tu. Te quiero mucho.

Un tierno beso cerro la conversación. El sueño se adueño de ambos que los encontró abrazados.
La vida seguirá mañana, en Berta, Alejandro, los niños……y con ella, los que ya no están; porque los recuerdos que nos dejan los mantienen vivos.