III Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen


4 marzo - 2006

26-¿Sabés mamá? Por Talón de Aquiles

¿Sabés mamá? Hoy me siento aliviada porque creo que empecé a perdonarte. Fue hace un ratito nomás. Parece que vomité al monstruo, a ese monstruo que me metiste adentro, como una astilla de plomo, aquel día de enero cuando aparecí asquerosamente por ese asqueroso lugar que vos tenías entre las piernas.
Como yo mamá, igual que yo.
Y vos que esperabas otra cosa, deseabas a Marcelo, sin la entrepierna vacía, querías a Marcelo, con gritos gruesos, querías a Marcelo porque tu hermana tenía a Carlos y a Jorge y la otra a Sergio y tu hermano a Roberto y vos, pobre, vos me tuviste a mí.
Nombre para mí, no, sencillamente porque el nombre, la ropa, la cuna, todo era para un imaginario Marcelo.
Por suerte las ecografías eran ciencia ficción.
Por suerte.
Entonces otros eligieron mi nombre. Vos estabas agotada, medio dormida, desilusionada. Con bronca. Aceptaste el que te propusieron.
¿Sabés mamá?, amo mi nombre, es corto y dulce, cortito y dulce como una patadita de bebé, como esas pataditas que yo daba al aire vacío. Y es nombre de virgen, lo eligieron las tías, que eran vírgenes, vos dijiste bueno, vos, que hubieras querido seguir virgen.
Pero yo no mamá. A mí nunca me molestaron las caricias, me gustó el subibaja del placer a escondidas, me gusta que me amen, que me necesiten, me gustan las manos y la lengua repasando con detalle mis detalles.
La porquería. ¡Pobre mamá! ¿De qué porquería hablabas, mamá?
Porquería fue lo que fabricaste en tu cuerpo, eso que vos llamabas una enfermedad de mierda, porque tampoco quisiste darle el nombre, como si al ignorarla no existiera.
Entonces me alejaste, para protegerme, porque te habían hecho una carnicería al amputarte ese pecho, ese pecho inútil. Y no podías manejar el brazo, ni hacer fuerza, ni tampoco atender a una nena, nena mala, nena moscardón asqueroso y verde, nena pesadilla de noches de porquería.
Las tías vírgenes, viejas, solteras, sí. Ellas podían y vivían lejos, en una casa fría y oscura, tan vieja como ellas, y vos trabajabas mucho durante la semana, porque en el negocio no precisabas mover el brazo, y en el negocio estaban tus hermanos y tus sobrinos más grandes y tenías a tu mamá cerca, que te necesitaba, seguramente, más que yo.
Nunca quise sumar los inviernos en la casa de las tías, inviernos que no se podían apaciguar ni siquiera bajo el antiguo edredón de plumas gastadas. También resté veranos anónimos, de gritos alejados sobre la frescura de aguas ajenas, veranos de luz interminable, asesinato de mariposas, vuelo desconocido de panaderos, historias de libros anticuados durante las siestas tramposas.

Un día alguien me vio detrás de las rejas. Alguien que llevaba carpetas, como yo, y uniforme, como yo, y flequillo rubio, como yo. La voz me despertó, la cita fue después del almuerzo. Noviembre caluroso, noviembre excitado, noviembre de calles solitarias, noviembre con manos detrás del portón oxidado, noviembre de pezones alertas, de hambre de más.
¿Sabés mamá?, las tías dormían y yo estrenaba ser mujer, a pesar del encierro, de lo prohibido, del pecado.

La enfermedad de mierda se te fue con el pecho derecho. Y yo volví a casa, porque era bueno estar sola todo el día, eran buenas las escapadas a la oscuridad del cine, eran tristes las horas del mediodía. Fue triste ese febrero de puertas cerradas porque un amiga tuya, de esas tantas buenas amigas que nunca conocí, te contó que me vio con el hijo de. Ese vago, ese haragán, ese atorrante sin futuro.
También te contaron del otro, del que bajaba del tren, del que caminaba conmigo de la mano por las calles de Adrogué, desconocido, seguro que otro vago, otro haragán, no como los novios de mis primas, de las hijas de tu hermano. Y del otro, del que estudiaba filosofía, y del otro, que, tal vez no era de buena familia, como nosotros.

La tos te apareció cuando lo llevé a casa. Te robé la imaginación y las mentiras. Era demasiado grande para mí, era divorciado, no era profesional. No tenía nada de príncipe, ni de azul. Estaba muy lejos de tus planes. Claro que no te gustó, no pudiste largar palabras y del hueco, también vacío, de la garganta, empezó a salir el aire viciado de saliva y el ruido molesto que llenó las noches y las mañanas, las tardes de sábado y los mediodías de los domingos. Hasta el final.

Si hubieras podido hablar mamá, tal vez te hubieras evitado el cáncer y la tos y los calmantes y la depresión y el intento de suicidio. Lástima que nadie te ayudó, lástima que a mí no quisiste escucharme, porque yo seguía siendo una nena, nena tonta, nena inútil, nena maleducada.
Nena, a pesar de oler a hombre, como dijiste un día, con asco.

¿Sabés mamá?, ayer tuve mi tercer hijo. Varón, como los otros. Como si el destino se empecinara en darme una revancha que jamás pretendí. Otro varón. Estamos barajando el nombre, ahora somos cuatro para decidir. En la clínica me apuran, por la identificación y los trámites idiotas. No importa, aunque no tenga nombre no pasa desapercibido.
Ahora estamos los dos solos y lo acuno y siento en las miradas cruzadas el placer de orgasmos interminables. Descubro en sus ojos las manchitas que tenías en tus pupilas verdes, porque aunque no lo permitías, yo, a veces, te miraba.

Entonces pienso en vos, en los témpanos que circulaban por tus venas, en el frío que se te había metido en el cuerpo esa mañana cuando naciste, el único día que nevó en Buenos Aires. Seguramente ese día la sala del hospital estaba congelada y olía a escarcha de violetas, seguramente las manos de todos se escondían debajo de las cobijas. Seguramente, aquél, no fue un día para caricias. Para no ablandarse, para no tiritar, para no aflojar. Quién sabe por qué.
Fue una lástima que no lo hayas averiguado, que te hayas quedado con el hielo adentro, que no hayas podido derretirlo, espantarlo y ser mi amiga, mi mamá, la abuela de mis tres varones.

Sé que te llenaron de culpas y que no pudiste hacer otra cosa.
Sé que yo elegí ser tu opuesto
Sé que peleo para ser feliz.

Y lloro por vos frente a mi bebé.
¿Sabés mamá?, creo que Marcelo será un buen nombre para él.