III Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen


2 marzo - 2006

23- La oportunidad. por Morgaana

Cuando le vi supe que era para mí; estaba comiendo el bocadillo de salchichón que mi madre me preparaba todos los días en el patio del colegio, conmigo estaban Marta y Dani dando cuenta de los suyos. Di un mordisco a mi bocadillo y mire al frente, y ahí estaba él.
Nunca le había visto; era mayor que nosotros. Supuse que estaba un par de cursos por encima nuestro. El sol daba de lleno sobre su cabello, negro y rizado. Nos estaba mirando y quedé prendida de su mirada.Dani, siempre tan amable le gritó “¡que miras, pasmao”. Le lance una mirada asesina y él me correspondió acándome la lengua.
Se acerco a nosotros y sonrió, “ nene, te puedes tragar el bocadillo de un golpe”, le dijo a Dani que salió huyendo en dirección a la Señorita Lola, que vigilaba con sus ojos de avestruz para que nos dedicáramos a comernos el bocadillo y no a sacarnos los ojos unos a otros, y disimuladamente se escondió detrás de su inmensidad. Desde allí se dedicó a vigilarnos mientras terminaba su bocata.
Mientras, yo miraba al chico moreno que divertido me devolvía una mirada
penetrantemente negra.

-¿Qué miras?- me dijo, acercándose a nosotras.

-A tí- le respondí, retadora.

-¿Cómo te llamas? Yo me llamo Jaime.

-Amanda- le contesté, y como un eco, Marta dijo su nombre.

-Él apenas la miró – Es un nombre muy bonito, Amanda-repitió como saboreándolo- Tu vives muy cerca de mí, te he visto salir del portal con tu madre. Si quieres, volvemos juntos….
Yo, tímida como nunca lo había sido, musité un “vale” asustado. A la salida del colegio, allí estaba él esperándome, y allí estuvo durante los seis años siguientes, hasta que terminé el bachillerato y después de pasar el COU me matriculé en la facultad.
Jaime había dejado de estudiar, hizo unas oposiciones y entró a trabajar en un Banco. 

Seguía esperándome a la puerta de mi casa todos los días y todo el mundo, incluso
nosotros, dábamos por sentado que dentro de unos años pasaríamos por el altar.
Pero la vida es caprichosa y en el camino de Jaime se cruzó algo inesperado; Andrés.
Andrés era compañero de Jaime y en sus ratos libres se dedicaba a algo que ahora está muy de moda, pero en aquellos años a quiénes lo practicaban se les consideraba raritos.
Iba casi todos los días a un albergue de indigentes, donde ayudaba a servir la comida y a dar conversación a las almas perdidas que por allí pululaban.
Jaime le acompañó un día, esperando que terminara pronto y pudieran ir a tomar unas cañas, pero algo entró muy dentro de él, y a partir de ese momento, Jaime vivió para esas horas.

Yo sentía que aquello le estaba apartando de mí, y en un arrebato de ira, le conminé a que lo abandonara, a que todo volviera a ser como antes. Jaime me miró muy serio, y me dijo que no podía abandonar aquello, que si yo no lo aceptaba……

Y yo no lo acepté, Jaime desapareció de mi vida en un suspiro. Pero sólo tenía
dieciocho años y la vida por delante, conocí nuevos compañeros, nuevos amigos,
nuevos novios…pero ninguno ahondó en mi corazón.
Y aquí estoy, a la puerta de uno de esos albergues. No, no vengo a buscar a Jaime,
vengo a buscar ayuda. No se cuando empezó, ni porqué, pero cuando quise darme
cuenta mi vida me había abandonado, y en su lugar las botellas y las noches en blanco pasaron a acompañarme. Entré en un círculo vicioso del que no he sabido salir, a decir verdad, no he querido salir, hasta hoy.
Pero hoy traspasaré esa puerta, me acercaré la pequeña mesa y pediré comida, me harán pasar por la administración, y me harán unas preguntas a las que contestaré
avergonzada.
Después tendré que pasar por la ducha, ¿me volverá a gustar sentir el agua tibia correr mi cuerpo? Ya limpia, pasaré al comedor. Me sentaré al lado de cualquiera, con la cabeza gacha; los voluntarios empezarán a repartir la comida, y cuando uno de ellos llegue hasta mí, levantaré los ojos y encontraré una mirada penetrantemente negra.