III Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen


22 marzo - 2006

139- Vycril Rapid. Por DOS-B

 Se había guillotinado la lengua; y hacía cola en la ventanilla del Chemical Christus Center.
Tenía la costumbre de sacar la lengua cuando hacía un esfuerzo; era un gesto entre la rabia y la precisión, pues a la vez que se la mordía, apuntaba con ella en la dirección del movimiento de…la pieza a encajar, por ejemplo. Era un hábito vulgar, nacido en lo lejano de su infancia, probablemente fruto del estreñimiento crónico que padecía. Las primeras manifestaciones de aquel gesto se habían producido en el retrete del colegio de los curas, cuando tuvo que sentarse por primera vez en aquella taza fría y amenazadora que le oprimía los muslos impidiéndole evacuar los preñados intestinos como lo había hecho hasta ahora en la acequia confidente que bajaba del lavadero y discurría saltarína tras la casa de campo donde nació.
Esta vez el esfuerzo y la precisión iban parejos, ya que se trataba de desmontar la enorme cristalera de la ventana del salón, la cual, aun siendo de aluminio, pesaba lo suyo. Un balonazo desde la calle había producido un corte horizontal en el cristal, y don Dentino, que así se llama el protagonista de esta historia, trataba de sujetarlo provisionalmente con unas tiras de cinta de carrocero mientras venía el cristalero.
El accidente sobrevino de la forma más tonta: se había pegado la cristalera al pecho para manejarla con menos esfuerzo y, con la frente sobre el cristal, trataba de descenderla verticalmente hasta el suelo mientras se aguantaba la risa al recordar las voces del capataz de su cofradía cuando grita a los sudorosos costaleros: ¡arriba, valientes!, ¡al cielo con ella!
La presión de la frente desplazó el cristal inferior hacia afuera con lo que el trozo de arriba quedó al aire y cayó como una guillotina, encontrándose con el filete lingual que estaba allí, cual desnudo molusco, fuera de su concha.
Don Dentino está solo en el piso; su esposa, Mencía, salió temprano hacía la playa al frente de la asociación de mujeres progresistas “30 de febrero”, de la que es presidenta; su hija mayor está en Palatal con el novio, y la pequeña en la academia de inglés.
Lo primero que decide es que no le conviene marearse. Recoge la lengua del suelo y la mete en el congelador. Se sienta a meditar.
(Fue masticando la idea mientras ascendía por el Paseo de la Dentición, pero a la altura de la zapatería Babero le había entrado un cosquilleo en las piernas al pensar en la cuchilla segándole “la singüeso”. Al llegar a la calle Lametón ya había desechado aquella idea absurda de cortarse la lengua para dejar la escuela. ¡Qué barbaridad!, pensó, ¿cómo se le habría ocurrido semejante locura?, ¿se le estaría yendo la cabeza?)
En la Chemical Christus Center reina la tranquilidad; no hay sala de urgencias; al entrar a mano derecha hay una centralita donde lo mismo se atiende al panadero que al que llega con la cabeza abierta.
Tras la ventanilla hay dos chicas rubias de bote, una lee el «Qué me dices», la otra se come un dónut de espaldas mientras habla por teléfono sin que se pueda precisar lo que dice puesto que mastica a la vez.
– Don Dentino, ¿qué le trae por aquí? -ha tenido suerte, la del dónut lo ha conocido, es Papila Lingual, una antigua alumna del Santa Glotis-
– Me he partido la lengua.
– ¿Algún corte sin importancia?, veo que habla perfectamente.
– Que va, seccionada totalmente.
– Pero entonces ¿con qué habla?
– Me la he pegado provisionalmente con “super glú”.
La rubia sale corriendo con las manos en la cabeza y el último bocado del dónut pasa directamente a su exófago; se dirige al consultorio de urgencias que está al fondo del pasillo de la derecha y sale en seguida con otra rubia (todas son rubias en el Chemical).
Entre las dos se llevan a don Dentino, en volandas, como si lo que se hubiera seccionado fuera una pierna, y desaparecen tras la puerta de urgencias.
-Oiga que yo estaba antes -dice una señora mayor con la pierna enyesada.
-Ese señor viene con una urgencia vital, ¿no ha oído que se ha seccionado la lengua?
-Si, pero a mi se me ha roto la escayola y me ha hecho una llaga en el empeine, lo mío es, si me apura, más apremiante, se me puede “cangrenar” el pie.
A la rubia le entran ganas de hacer una broma con los cangrejos del vulgarismo, a propósito de la lentitud de los moluscos, pero se abstiene.
-Bien, señora, ahí llega don Pástulo Dentífrico, ya le aviso para que la atiende la primera.
La señora sigue regruñendo, pero en seguida se pone contenta, porque viene un celador y le dice que lo acompañe, que el doctor está esperándola (si conociera la alta estadística de cojos que este señor tiene en Yantén y provincia, no iría tan alegre).
Pero hemos dejado a don Dentino y a su lengua seccionada, en compañía de la pecosa de ojos azules que casualmente también fue alumna suya en el Bocacuidada de Torresaliva. Seseando notablemente le dice:
-Sinseramente le tengo que reñir por haber realisado semejante barbaridad. A quien se le ocurre pegarse la lengua con “sianocrilato”.
– Mire, doctora, no hay problema; se lava con acetona y queda lista para coser, porque aquí lo urgente es coser cuanto antes.
– Por supuestísimo, de eso no hay duda; pero antes debe darme sus datos para introdusirlos en el programa de urgensias.
Tal como don Dentino sospecha, la pecosa no está dispuesta ni a mirarle la boca; una vez que anota todo los datos, sale al pasillo y llama al celador:
-Suba y dígale al A.T.S que tenemos una sutura urgente.
El celador vuelve contrariado porque “el único practicante que hay en el Chemical está con el doctor Sarro en quirófano”, dice, y añade con voz recalcada, “practicando una biopsia prostática”.
El pobre don Dentino comienza a impacientarse; parece que el efecto del pegamento está siendo anulado por la saliva y va notando la lengua áspera y seca. Se asoma a la puerta y ve entrar a Vicente Incisivo, un A.T.S. que conoce desde niño.
-Incisivo… ummmmmmmmmm, ya no puede pronunciar más palabras, porque la lengua se le sale y cae rebotando en el encerrado terrazo de la sala de espera del Christus Center.
El A.T.S. lo mira con ojos de besugo:
-¿Qué es eso don Dentino? ¿De donde ha sacado ese filete de ternera?, si aquí en el Cristus no se ven desde hace años.
-Que filete ni demonios, es mi lengua que me la he seccionado con el cristal de una ventana –piensa don Dentino, mientras se arrodilla a recogerla y se queda con ella en la mano como un pobre que pide limosna. El A.T.S. de pronto se hace cargo de la situación:
-Venga, venga; hay que coser rápido; ¿le han tomado nota en urgencia? Vamos, vamos.
Es entonces cuando el deslenguado le mira el labio inferior, todo pespunteado con hilo negro de suturar:
-¿Ummmmmmmm? –balbucea, señalándole el artístico labio, y pensando que debe interesarse por él, pues, aunque no es tan grave como lo suyo debe resultar muy doloroso también.
-Ah, estoy enseñando a los estudiantes a coser; practicaron en mi labio; ¿ha quedado punki, eh?
Ya en el ascensor, Incisivo le explica que viene a dar clase, no a trabajar; se ha metido en el sindicato de “ateeses” y está ascendiendo como la espuma, hasta el extremo de vivir de los cursillos. En la sala de curas de la segunda planta hay unos quince alumnos esperándole. Darán a su costa una clase práctica de sutura del músculo lingual.
En menos que se persigna un cura loco el maestro robespierre se ve en la sala de curas rodeado de jóvenes aspirantes a practicantes:
-Señores, este es don Dentino, y esta su lengua –dice Incisivo, poniendo la lengua sobre la mesa de formica-; vamos a proceder a coserla en su lugar de origen.
La chiquita más próxima da una arcada; otra se desploma en una silla, pálida como la cera; dos chicos salen al pasillo abanicándose con el cuaderno en busca de aire fresco. En un minuto hay cuatro fuera de combate, quedaban once costureros.
-Yo daré el primer punto –dice el sindicalista-, después cada uno de ustedes irá dando el suyo, si no son suficientes iniciaremos una segunda ronda.
Enarbola la aguja; que al paciente le parece gigante, y le recuerda las agujas de lengua de vaca usadas en su infancia para coser la pleita de las esteras, pero no dice nada; está deseando que aquello termine.
El primer pinchazo, aún siendo sobre la parte de lengua acunada entre la gasa, lo siente tan vivamente que da un repullo de dolor; luego nota cómo un trozo de palo se une a la parte fija cuyos filos se empiezan a revenir. Entra la aguja y la larga hebra de hilo negro comienza a pasar el agujero.
Llega el turno del primer alumno; no acierta con el punto bueno de incisión; pincha varias veces en el centro de la lengua; don Dentino le pide por gestos el espejo y le señala el punto exacto donde tiene que incidir, y mentalmente le anima: así, ya esta; pase el hilo; tire… despacio. El siguiente.
– El siguiente no atina ni a empuñar la aguja. Tiene que ser el enfermo quien, mientras el alumno le sujeta el espejo, clave la aguja y pase el hilo. Lo mismo sucede con los otros: se limitan a dar el mejor ángulo al espejo para que el paciente pueda darse el punto en la mejor ubicación posible.
El A.T.S. da el visto bueno al pespunte y hace el corte de honor en el hilo tras un enrevesado nudo de cierre.
– Ya está, no debe masticar en cuarenta y ocho horas, coma solo papillas y beba cosas frías. Los puntos son absorbibles multifilamento tipo Vycril Rapid; se eliminan solos.
Mencía regresa de madrugada. Se mete en la cama vestida y todo por no despertarle. Él se hace el dormido. Por la mañana al darse el beso ella observa una mancha ocre en la almohada.
-¿Y esa mancha?, ¿otra vez la gingivitis?
-No es nada –contesta-, un mal sueño, me mordí la lengua.
Y la besa, mientras nota fluir en cada poro de su boca la saliva, con la emoción de siempre.