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138- Parafraseo Andaluz. Por Ator Rante

El sol acariciaba el horizonte del mar mediterráneo en la región de Andalucía mientras las arenas blancas de sus playas se extendían a lo largo de la costa malagueña. En sus orillas, una pareja joven caminaba descalza, zapatos en mano, en despreocupación y contentamiento.

Reminiscencias históricas suspiran historias de antaño en la ciudad que nace del mar, de navegantes y comerciantes que se llegaban a sus costas desde el Oriente Mediterráneo. Estas susurran, cuentan de sus cambios constantes y riqueza cultural, del florecimiento económico excelso en épocas del Imperio Romano, e influencias moriscas plasmadas en lugares como La Alcazaba.

Tal es el carácter de una ciudad de gente hospitalaria que practica el arte del buen vivir…

A pocos metros del mar, Lucas parafraseaba a Don Quijote y Marcos a Sancho Panza, y el perro de lucas, Juancho, las hacía del Jumento y Rocinante, un tanto cercano a los de la realidad fantástica de Cervantes -en tamaño al menos, ya que el animal era un Gran Danés gris de unos 85 kilos- mas disidiendo este en género y temperamento ya que contaba con un brío extrínseco a los acompañantes de los míticos viajeros de una España de antaño.

Lucas era alto y delgado, aunque atlético y pintón y no enjuto y desgarbado. Marcos contaba con una complexión un tanto robusta, mas ajena a la «curva de la felicidad» ostentada por aquel Sancho en cuestión.

Si a esto agregamos que Lucas es argentino nos encontramos con una analogía un tanto distorsionada con respecto a la historia aludida.

Ambos comenzaban a parafrasear al rato de darle a la bota de vino, recostados en la playa al atardecer, estómago al cielo, robándose los últimos rayos de sol del día, y filosofando de mujeres y literatura, de viajes y finanzas, de María y de Constanza y cualesquiera asunto que diera excusa para empinar el codo, literalmente.

Los dichos del Caballero de la Triste Figura y el Gobernador de la Península Barataria eran sus citas favoritas, mas por sus divagues intrínsecos y el “calzado de beber” entremezclaban citas de diversos autores a troche y moche.

Lucas se había llegado de Buenos Aires, nacido en San Telmo, barrio de tango. Influenciado por esto, el primer paso de baile que aprendió fue el ocho, al cual lo multiplicó por su valor innato, e, interesado por el 64 resultante, se aficionó a los números e hizo carrera en el Banco Río. A los 26, su deseo de aventura lo llevó a Málaga por unos meses seguidos de viajes por Escandinavia y un retorno a la Costa del Sol donde consiguió trabajo en el área bancaria.

Marcos, oriundo de la cercana Granada, se había mudado a Málaga por laburo, el hotel La Orilla lo había contratado como gerente debido a su experiencia hotelera en Finlandia, Francia y la misma España.

A Finlandia había ido con Lucas en tren de aventura 5 años atrás, cuando trabajaron en el Minotel Marttahotelli, hotel en el centro de Helsinki. Allí pasaron las noches blancas de joda con mujeres de piel acorde y cabellos rubios, tomaron a lo cosaco, y, de paso, trabajaron y adquirieron experiencia, la cual también incluía trabajo hotelero…

La cosa es que entre la bota y la Tota (la vecina de marcos que había tonteado con ellos por la mañana) nuestros amigos estaban cebados:

-«Tú si que la haces bien» dijo Marcos. “Con eso de que trabajas en el banco pues te has llenado de dinero”.
-«No es para tanto, me gano el puchero macho»
-“Dádivas quebrantan peñas” Parafraseó Marcos.
-¿Quién y como?
-“Sancho y que con pasta puedes hacer muchas cosas, te allana el camino”.
-“Chabón, no se vos pero yo a la pasta la como con salsa bolognesa”.
-«Los establecimientos bancarios son más peligrosos que los ejércitos permanentes»
-“¿Q…”
-“Thomas Jefferson”

Lucas no reticeó la respuesta:
-“Una cabeza bien hecha es preferible a una cabeza muy llena. Lo dijo Montaigne”.

Lucas se estaba cebando mal, y es que «la payada» era ineludible en estas tertulias, en las que uno se ponía borde y el otro se calentaba. Marcos tomó largo de la bota y contraatacó:

-«Irritarse por un reproche es reconocer que se ha merecido. (Tácito)»
-«El dinero es tu esclavo si sabes emplearlo; tu amo, si no sabes. (Publio Siro)»
-«No conozco ningún otro signo de superioridad que la bondad”. (Beethoven)»
-“¿Y eso qué carajos tiene que ver con lo que dije?”
-“Pues no mucho, pero algo hay que decir, además, yo soy muy bueno”.
-“Bueno para darle a la bota Marcos, ¡dejate de romper las pelotas!” (Lucas ya se estaba calentando mal).
-“¿Que pasa Lucas, te has cabreado porque soy bueno?”
-«Pero no macho, que va» dijo Lucas mientras se apropiaba de la bota. Dio un sorbo largo, con la vista al cielo, se limpió la boca con el dorso de su mano izquierda y profirió: «No me enojo para nada con respecto a lo que dijiste, recordá aquel dicho: Después de la verdad nada hay tan bello como la ficción».
-“Pues, si, pero como dijo Sancho, “cuando a Roma fueres, haz como vieres”.
-«Estamos en Málaga chabón.»
-“Hala, tu hazte el listo”.
-Es que no me olvido de los dichos de Quijano, «Una golondrina sola no hace verano”
-“Pues hablando de golondrinas, mira, mira allí, que esa chavalita en la bikini está muy buena.”

Los ojos de Lucas parecieron salirse de sus órbitas, un dejo de saliva chorreó por sobre la comisura izquierda de sus labios.

A unos 20 metros de ellos, lindante a la orilla, se paseaba la fémina en cuestión, una mujer de unos veintitantos años, rubia, de piernas eternas y curvas generosas.
A todo esto Juancho había visto a la exuberante dama, y, ya aburrido de escuchar los desvaríos de Lucas y Marcos (no que los pudiera entender) corrío a toda marcha hacia la golondrina vespertina en disputa.

Se asemejaba a los chispazos de entusiasmo de Rocinante, que, en escuetas ocasiones salían a relucir.

El animal corría a toda máquina y ofrecía una vista un tanto ominosa, en especial para la chica, si el lector considera que el fido éste era un armatoste gigante, mas caballo que perro, dirigiéndose hacia ella a todo trote.

La cara de pánico de ella lo dijo todo. Ambos, Marcos y Lucas empezaron a dar voces: “¡Juancho vení para acá guacho!” “ ¡Juancho, vente aquí hombre, deja a la chica en paz!”

A Juancho todo esto no le importaba y los ignoró olímpicamente, a lo cual Lucas dijo “Viose el perro en bragas de cerro”.
-“¿Sancho?” Preguntó Marcos.
-“Sí” respondió Lucas mientras notaba que la bestia aludida había derribado a Dulcinea. «Pero a ver si vamos a buscar al animal éste que la pobre flaca la está pasando mal y, parafraseando a Hemingway, se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar, a ver si aprendemos rápido y vamos a rescatar a la damisela”.

-“Pues quizás quien sabe, puede que tenga suerte con ella, que ganas de refocilar no me faltan.”
-“Vos dale Marcos, después de todo El amor es una comedia en un sólo acto: el sexual.”

Y con esto los supuestos héroes se fueron a pelear al molino de viento danés.