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2- LA CRISIS. Por xulux

Ha llegado, la crisis, para ella el aire transparente está lleno de amenazas a punto de llegar, de presencias desconocidas, de sorpresas inesperadas, rebosante de rapsodas petulantes que acuden acarreando versos nocturnos, sueños iluminados
con solitarias farolas, vidas en túneles tenebrosos, soles a punto de agotar el butano, lunas sombrías y otros artilugios del reino de la penumbra, todo sumido en esotéricas pesadumbres tan inaprensibles como cabría esperar en un deslucido poeta cuya trayectoria sospechosamente etílica había sido tan confusa que cuando todos le entendían no aplaudían y todos aplaudían cuando no le entendían, tal como cabría esperar de esos poemas inflados de conjuros y maldiciones aliñadas con las típicas profecías que pintan con pelos y señales cosas que van a ser y suceder y que nunca acaban siendo ni sucediendo, rapsodas que despiertan al aplaudidor y lo ponen en frenético funcionamiento, dentro de un esquema vital elemental, genuinamente esperpéntico, hijo de poetastros vagos y superficiales, de lo cual siempre me acuso yo, antes de abocarme a penosas penitencias, que ando ya en el cuarto párrafo, quién lo diría, y ya sudo como un buey, que sí, que lo tengo merecido por montarle este tiovivo a la perdiz, que luego se me marea y no veas cómo se ponen los de la protectora, protectiva, protoplasta de animales, PPPA, que a ver dónde están los poetas de postín, esos que odian bailar al son del insufrible “blablablá”, totalmente prominente y prolongado, más épico que lírico, paradigma fascinante de todo diseñador de ornamentos grandilocuentes a las nimiedades, de fuegos artificiales a los miserables detallitos, y todo para apabullar a los presuntos lectores que hace tiempo que han huido a parajes menos inhóspitos, de esos que a primera vista parecen gozar de un verde tupido y no son sino un simulacro de selva tropical sobreviviendo a base de cuentagotas, gotas que bebe la musa, que en vez de inspirar, transpira sudores creativos bastante irresistibles que hacen que la napia del poeta se arrugue, y así el pobrecito escribe casi, casi sin respirar, pensando en su amada, como pienso yo en la mía, tan rica en componentes anatómicos, en artilugios “organofofos” capaces de elevar a las alturas estratosféricas todo proceso “sexopédico” que abarca desde los primeros roces hasta el “postorgasmo”, y cada vez que intento verla me invaden ecos de suave melancolía y ocres evaporados bajo la luz risueña de la tarde joven, todo lo cual quiere pasar a la historia a través de un vocabulario de no más de doce palabras con las que ciertos genios pueden construir cientos de frases vacías, y quedo yo anegado en sombras que se han diluido en las últimas esperanzas de olvidar los instantes oscuros, ay, cómo se desvanecen en los labios los inútiles intentos de reír, cuando suplicamos el juicio ajeno para que nos declare aptos para ser contados entre los humanos, y qué decir de los que no usan ni siquiera doce vocablos, de los que al menos la mitad más uno pertenecen al ámbito estabulario, logrando hacerse entender en plan ingenuo, infantiloide, de los que poetizan con tanta fe en la fuerza irresistible de su poema que piensan que su amada se les va a hincar de rodillas implorando un beso de torniquete, sin saber que su amada está ligando en plan paroxísmico con el “nick” que está justamente debajo del suyo, manda huevos, eso les pasa por haber estudiado bajo el imperio de la LOGSE, míralos, ahí los verás, si tu pantalla es lo suficientemente transparente y tú no eres un cerdo incorregible, los verás nadar, ojo avizor, listos para atrapar el más nimio atisbo de lírica alimenticia, relamiendo todos y cada uno de los presuntos versos con o sin (rima), para devorar con babosa fruición mal contenida las paridas inmortales de los poetas ya muertos y podridos, un Quevedo, un Garcilaso, todo a base de “terriblóstrofos” monorrimos y de tercetos pegoteados presuntamente inéditos, y es que codearse con poetas tan ilustres da caché y pedigrí, que así nuestros complejos se despampanan y sentimos la tentación de entrar en el mundo de los apócrifos palanganeros y las piltrafas pseudo firmadas, que sea lo que sea, todo se lo tragarán, y la crisis, sobre mi playa, viene y va al compás del oleaje, desconfiando de la risa, repeliendo la carcajada, complaciéndose en revolcarse en su propia negrura, esa que me busca en los momentos oscuros y a veces me encuentra, y llega el momento en que las plumas que se asoman al folio a través de una miserable bola de metal se vuelven estériles ignorando las otras llamadas, los otros estímulos, las otras referencias, y yo paso de largo de las anatomías filosóficas y me aventuro en una avalancha de metáforas afortunadas e ininteligibles, algunas incluso mías, con notables deficiencias descriptivas, cuando lo mejor es desentenderse del pulimento literario y centrarse en continuar la descripción de la crisis con sus típicas y críticas tintas catastróficas, angustiosas y delirantes, todo ello sin tener que pasar por masoquistas, pero siempre en manos de la resignación, aplanados, inmóviles, con las manos vacías, sin pensar, sin luchar, cayendo en el abismo para que el abismo venga hacia nosotros y nos aplaste contra un cielo misterioso, tan llorón, tan lleno de goteras, sólo un pelín inmenso, exhibiendo una pequeñez que proclama vacíos y decadencias, provocando en los presuntos humanos irresistibles ansias que les empuja a vomitar sus letras sobre el inmaculado folio rebajándolo a la categoría de trapo estampado con manchas de salsa vinagreta garbo, y eso sucede cuando se llega al final del camino, y se mira hacia atrás, y uno se da cuenta de que está en el origen de sus propias coordenadas, con tantos pasos dados a lo tonto para nada, que es mejor ir ensayando la despedida, que algún día la crisis puede ser tan gorda que me aplastará, y no ha de pillarme debajo, que antes me pondré en camino para intentar descubrir cuál es el camino que me indique el camino de vuelta al lugar de partida, donde os volveré a encontrar quizás ya muertos y polvorientos, que el tiempo no pasa en balde, y quizás los poetas no somos tan importantes, que lo que tantos poetas expresan con tanto mimo es tan parecido a lo que con tanto mimo expresan tantos poetas que las “egoidentidades” se pierden, y con las “egoidentidades”, los triunfos, los premios, las aclamaciones, las ventas y los lametones de culo de las editoriales, que al final, en la pura soledad todo se reduce a dos gotas de ámbar lloradas por los dioses, luz de la noche inmortal, resplandeciente, a lánguidos lamentos arrastrados desde hace mucho tiempo, así que no te hundas en ellos si no quieres quedar prisionero de sus cacareantes cánticos, para siempre, adormecido, flotando sobre un sueño interminable, no los mires, aunque ellos te miren, no les hables, no sea que te respondan, no les digas que les quieres, no los pienses, no los respires, que los ojos que han nadado en la tristeza, la acaban venciendo, y al final a quién le importa una crisis, al fin y al cabo no es sino un ladrillo infumable que exige una expresión vomitivo-lírica del proceso, a base de no menos de ochocientos setenta versos mono-encarrilados, quizás mil, todo ello sumamente intragable en medio de una temática tan raquítica que nos obliga a perdernos en descripciones maratonianas, en nimiedades, obviedades, con todo lo cual espero torturaros como merecéis, que esta crisis la ha cargado el diablo, y si no lo creéis esnifad este apestoso aroma a duda, indecisión, monotonía, indiferencia, hastío, incertidumbre, titubeo, irresolución y parálisis, de nada de ello me privaré, así que perdonad si os acribillo a cursiladas y os endulzo la realidad con una melaza empalagosa que os deje las tripas en estado “catatónico”, muy lejos de los poemas perfectos que empujan a uno a plagiarse a si mismo para acabar ahogándose en su propia salsa repelente, pero eso no me ha de suceder, pues los únicos endecasílabos que me producen placer son los de chocolate, y más que los poemas me gustan los líos y los galimatías, así como otras amalgamas artificialmente arbitrarias, fábrica de rarezas para que no me entiendan y me aplaudan a rabiar, pues cada grieta, cada recoveco del alma es víctima irremediable de una cabeza en crisis que se pasa los minutos dibujando en no sé qué cielos trayectorias imposibles y borrones temblorosos, y si esto es el fin, ¡ay de los vencidos!, qué larga es la espera, qué lenta en llegar la claridad, cuántos sueños se han perdido, cuántos se han disipado, y ahí está mi mirada puesta en la noche deseando verla morir, para que acudas a mi pensamiento cuando más te añoro, cuando el rocío brillante aún no ha sido depositado sobre la tierra fría, así que, esperando estoy a que el perfil de las montañas sea visible, hiera tu presencia y la disuelva en el amanecer, que no quiero esperar, que quiero ver ya la luz del día sobre el mar, y al final también la crisis muere, que era crisis de luz desenfocada incapaz de calmar nuestra impotencia y nuestros deseos, y es en esta inmensidad de memeces donde nos debatimos los que en algún momento hemos tenido la tentación de considerarnos poetas.